La lectura de Schopenhauer es una fuente continua de sabiduría, e incluso en las ocasiones (no infrecuentes) en que el filósofo parece algo desmesurado sus textos nos ayudan a pensar. Precisamente sobre la lectura de otros autores dice esto (Complementos, Ed. Trotta, p. 109):
"Desde luego, la afluencia continua de pensamientos ajenos tiene que obstaculizar y asfixiar los propios e incluso, a la larga, ha de paralizar la capacidad de pensar si esta no tiene un alto grado de elasticidad capaz de resistir aquella corriente antinatural. De ahí que el incesante leer y estudiar echen a perder la mente, no solo de forma directa, sino también porque el sistema de nuestros propios pensamientos y conocimientos pierde su globalidad y su conexión permanente cuando con tanta frecuencia lo interrumpimos arbitrariamente para dar espacio a un curso de pensamientos totalmente ajeno."
Hay un momento en que uno deja de oír tanto la voz de los otros, y empieza a escuchar su propia voz, y la identifica y la valora. Es un momento importante en la vida. Como sugiere Schopenhauer (y algo añado yo), a los que hemos leído demasiado, eso nos ocurre más tarde.
(Y, sin embargo, sabemos que nunca se lee demasiado.)