No pedir mucho y, sin embargo, tener muchísimo; y agradecerlo.
"Pensar es reflexionar sobre lo que se sabe." (H.- G. Gadamer) "La dificultad en filosofía está en no decir más de lo que sabemos." (L. Wittgenstein) "Hemos definido el filosofar como un preguntar que comprende a partir de una emoción esencial de la existencia." (M. Heidegger) "El hombre siempre es más de lo que se sabe de él." (K. Jaspers)
martes, 30 de abril de 2024
martes, 23 de abril de 2024
362. Gramsci y los filósofos
Estos QSY, que nacieron como un experimento (gadameriano, me decía yo, sobre todo al principio), se han ido convirtiendo, a veces, en otras cosas. Nunca han dejado de ser (o de querer ser) meras notas, pero (de ahí el experimento), notas públicas (por más recónditas que puedan también ser). Cumplen, al menos para quien las escribe, otra función, de la que seguramente no conviene hablar mucho (si acaso, más adelante). Digamos de momento que, mientras la cumplan, bien está. Hay aun otra más, sencilla, inmediata, y es la de hacer de registro, de phármakon (Platón, Derrida) para la memoria (una función bastante común de las notas, naturalmente).
Anoto aquí, por ello, una cita de Gramsci, interesante por verdadera, que encontré en uno de los artículos de Marcial Suárez que Mu anda revisando últimamente*. Aquí la cita, en una versión algo más extensa que la del artículo:
"Todos los hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales (...). No hay actividad humana de la que se pueda excluir toda intervención intelectual, no se puede separar el homo faber del homo sapiens. Cada hombre, considerado fuera de su profesión, despliega cierta actividad intelectual, es decir, es un "filósofo", un artista, un hombre de buen gusto, participa en una concepción del mundo, tiene una consciente línea de conducta moral, y por eso contribuye a sostener o a modificar una concepción del mundo, es decir, a suscitar nuevos modos de pensar." **
"Todo el hombre está en todo hombre", nos enseñó Montaigne y nos recordó Sartre (Les mots).
* Suárez M. Los intelectuales y la libertad, El País, 31/12/1976. (https://elpais.com/diario/1976/12/31/cultura/220834805_850215.html) Hay un addendum del 11/01/1977: La cita era de Gramsci (https://elpais.com/diario/1977/01/11/opinion/221785207_850215.html).
** Gramsci A. Los intelectuales y la organización de la cultura. La cita está tomada del Estudio Introductorio de GA Varesi, pp. 36-37, a la selección de textos con título Hegemonía y lucha política en Gramsci, Buenos Aires: Luxemburg, 2016.
sábado, 20 de abril de 2024
361. Atapuerca
lunes, 15 de abril de 2024
360. Intolerancia o silencio
No sé si puede tener algún interés, qué se yo para quién, mostrar aquí cierta metodología en la gestación de estos QSY (valga la redundancia), por poco sistemática que sea. El caso es que habían encontrado un lugar, de un modo más o menos espontáneo, en algo que podríamos llamar un proto-QSY, dos textos, uno de Karl Jaspers y otro de Marcial Suárez. La idea originaria de ese (este) QSY era cierta relación, aún no del todo clara (más bien intuida), entre ambos textos; una relación (una idea), pues, que, para aclararse convenía dejar madurar o, al menos, reposar. Y eso hice, dejarlos aquí varias semanas, en espera de algo que no es fácil de prever ni describir, algo que solo puede señalarse cuando ocurre, como un pequeño acontecimiento. Quizá tenga que ver con cosas de la vida cotidiana que han pasado entre tanto, y quizás también con el recuerdo oportuno (quién sabe, de nuevo, por qué) de otro texto, este de Habermas, de lectura también reciente. El centenario filósofo alemán publicó en 1973 un artículo (el texto de una conferencia impartida por la radio) con el título de ¿Para qué aún filosofía?. La pregunta estaba restringida, más o menos, al ámbito alemán y al medio siglo precedente, y se apoyaba, de entrada, en un texto previo de Adorno: "La filosofía, al tener que justificarlo todo por sí misma, no podía ya soñar por más tiempo en hacerse dueña del Absoluto; es más, debería prohibirse pensar en él para no traicionarlo, y, sin embargo, no debería dejarse desplazar un ápice del enfático concepto de Verdad. Esta contradicción es su elemento."
Los textos, dice LLedó, tienen relieve, y en este último, a la luz de mi lectura, destacó especialmente ese "concepto de Verdad", al que, reconozco, no soy particularmente aficionado. Y así quedó, de alguna forma, en mi memoria, envuelto en una vaga reflexión sobre si, al cabo, no hacemos (aún hoy, en lo filosófico y en lo cotidiano) sino discutir eternamente entre nosotros sobre aquello que cada uno considera verdadero y sobre el modo en que ha llegado a considerarlo así. Socráticamente, diríamos, en el mejor (el mejorcísimo, claro) de los casos.
Así, pues, fue esta última idea la que me permitió encontrar la relación (quizás ya intuida al principio) entre los dos textos previos.
Dice esto Jaspers cuando analiza la confrontación de la fe filosófica (lo que él denomina de este manera) con la fe religiosa:
"Las posiciones ideológicas secularizadas tienen a menudo en el seno de las culturas occidentales ese rasgo de absolutidad, de persecución de otras ideologías, de secta agresiva, de interrogatorio inquisitorial de los demás, siempre como consecuencia de creer en el derecho de exclusividad de la verdad considerada como absoluta por el que la sustenta.
Frente a toda esa realidad, la fe filosófica no tiene otra perspectiva que la idea, difícil de aceptar, de que contra la ruptura de comunicaciones y contra la prohibición de la razón, admitida solamente con condiciones, fracasa la mejor voluntad de llegar a una franca comunicación." **
El segundo texto, sobre el que Mu y yo hemos hablado mucho recientemente, pertenece a la segunda parte de la novela El agua y el vino, de Marcial Suárez:
"Andrés sentía una gran estimación por Berardo, y Berardo la sentía por Andrés. Por eso, cuando Berardo acabó de hablar, Andrés guardó silencio durante un rato. Era el silencio de la estimación. Cuando dos personas hablan de una cuestión sobre la que tienen puntos de vista contrarios, los silencios pueden evitar acritudes, dan serenidad al desarrollo de una discusión que, de otro modo, iría avanzando -o retrocediendo- a golpe de choques y choques." ***
Cuando decidí poner estos dos últimos textos en contacto, me inclinaba más bien por una defensa del silencio (en el sentido ahí propuesto por M. Suárez) como garante, paradójicamente, de una "franca comunicación" (en el sentido de Jaspers). Callar, sin embargo, para evitar el bloqueo, la confusión y el daño, debería permitir además, en algún momento (cuando sea posible) iniciar cuidadosamente una comunicación abierta y confiada, despersonalizada, una búsqueda común de la verdad.
¿Para qué guardársela?, cabría preguntarle virtualmente al poeta. Para recordar, quizás, alguna vez, que no hay verdades individuales; que, como escribió otro poeta (E. E. Cummings), solo sintiendo somos nosotros mismos, mientras que cuando creemos, pensamos o sabemos, somos "muchos más".
* Habermas J. ¿Para qué aún filosofía? Teorema: Revista internacional de filosofía, Vol. 5, Nº. 2, 1975, págs. 189-212.
** Jaspers K. La fe filosófica. Traducción de J. Rovira Armengol. Buenos Aires: Losada, 2003, p. 94.
*** Suárez M. El agua y el vino. Segunda Parte. Barcelona: Anthropos, 1992, p. 88.
**** Machado A. Proverbios y cantares, LXXXV. Nuevas Canciones.
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