domingo, 19 de enero de 2025

400. De los usos de la tumba de Darwin

 Hace unos días (13 de enero) dos señoras inglesas mayores (que yo) nos recordaron, escribiendo sobre la tumba de Darwin, en la Abadía de Westminster*, que en 2024 el planeta superó el límite de calentamiento global de 1,5 grados C establecido como margen de seguridad en los Acuerdos de París de 2015**. Lo hicieron con pintura de tiza, que se puede lavar fácilmente con agua. Sorprende ver las reacciones escandalizadas de algunos científicos y divulgadores de la ciencia. ¿Es acaso más sagrada la tumba del autor del Origen que las especies (la vida) cuya extinción masiva se acelerará a partir de este umbral ya (prematuramente) alcanzado de calentamiento global***? "Darwin se removería en su tumba si supiera esto", declararon entonces las activistas. Y también se alegraría de que su tumba tuviera este buen uso (pienso yo).


* https://juststopoil.org/2025/01/13/1-5-is-dead-darwins-grave-painted-as-world-passes-safe-limits-threatening-mass-extinction/

** https://unfccc.int/es/acerca-de-las-ndc/el-acuerdo-de-paris

*** https://en.wikipedia.org/wiki/Extinction_risk_from_climate_change



domingo, 12 de enero de 2025

399. Aporías de la democracia: biopolíticas públicas

No es fácil precisar el concepto de biopolítica, porque los autores que han pensado en este ámbito de cuestiones (Arendt, Foucault, Negri, Esposito, Sloterdijk, Zizek, entre otros) han destacado diferentes aspectos de un tema común (amplio y de límites difusos). El propio Foucault, que nos enseñó a pensar cómo el poder político alcanza los niveles más profundos de nuestra existencia biológica, llegó a proponer y a utilizar tres nociones diferentes de "biopolítica"*. Hace un tiempo hice un primer viaje (de ida y vuelta) a la biopolítica, y me emplacé a mí mismo a ir recogiendo materiales para lo que entiendo desde entonces como una (posible) biopolítica afirmativa, de signo contrario a la "necropolítica" dominante**. 

En algunas de estas recientes comidas navideñas, Mu y yo, de nuevo, a vueltas con la defensa de la sanidad y la educación públicas; cuando las correspondientes entidades privadas, cada vez más poderosas (como ponen de manifiesto el affaire MUFACE y la proliferación ilimitada de las universidades privadas en el país, a punto de superar en número a las públicas) se permiten desafiar al Estado negociando con las vidas de miles, cientos de miles de personas. En alguna de esas discusiones se me ocurrió recurrir a la ingenua sugerencia de Edgar Morin [§280], en cuanto a la posible capacidad de una masa (una multitud, diría Negri) de consumidores o usuarios para enfrentarse a una política (o anti-política) determinada. Asumimos el deterioro progresivo de la sanidad pública en los últimos años, deterioro limitado a los tiempos de demora en las citas para las patologías o condiciones no graves ni urgentes, esto es, cuidadosamente calculado para trasladar toda esa carga asistencial "de bajo riesgo" a la sanidad privada). Asumimos también el empeoramiento de las condiciones de trabajo de los profesores de la enseñanza pública, la reducción forzada de plazas para alumnos y la creación de guetos sociales disuasorios. Bien (es un decir), sin embargo... ¿y si, con una precisa organización política en cuanto a su organización espacio-temporal, como si de una huelga general se tratara, decidiera todo el mundo, a la vez, renunciar a la sanidad y a la educación privada (concertada) (todo el mundo con la suficiente conciencia política y social, se entiende) y reclamar su derecho (humano, constitucional) a un servicio público de calidad? Eso es imposible, es la respuesta inmediata, nadie se va a jugar la vida (biológica o biográfica) de esa manera. Y esa es precisamente la cuestión, cuya ambivalencia Foucault supo diseccionar perfectamente, y que de alguna forma representa los dos signos, positivo y negativo, de la biopolítica. Una buena política (pública) hoy, en un país como el nuestro (esto conviene no olvidarlo), permitiría curar, cuidar y educar en un grado (técnico y de equidad) excelente. Sin embargo, esas mismas políticas alcanzan niveles tan profundos y frágiles de la vida, que dejan a la población inerme cuando, en malas manos, van dirigidas, en último término, contra la vida, la vida mejor de la mayoría.


*Lemke, T. Introducción a la biopolítica. México: Fondo de Cultura Económica, 2017 (p. 49).

** https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8773159

 


lunes, 6 de enero de 2025

398. Malos tiempos para Sartre

 En un reciente artículo, Barco lleno, barco vacío, Antonio Muñoz Molina asocia, con el calor de lo recién vivido y del vivo recuerdo lejano, autobiográfico, la noción de fraternidad a las reuniones familiares propias (aunque no exclusivas) de las semanas navideñas que hoy concluyen*. Celebro (casi) todo en el texto, la sensibilidad con que recoge el heterogéneo encuentro trans-generacional, la diversidad compartida y respetada, e incluso, cómo no, la nostalgia que dejan, cuando concluyen, estas reuniones y su recuerdo. Si no tuviera suficiente con la mía propia (con solo unos pocos años menos que el novelista), tengo la mirada de mi madre nonagenaria, con la mejor memoria del mundo, para recordarme el abismo existencial que puede comenzar ahí. 

Lo que no puedo celebrar, y me impulsa a dejarlo aquí inscrito, es la cita de la (manida) frase de Sartre, "el infierno son los otros", contrapuesta a esa idílica fraternidad familiar, y acompañada de un comentario, diríamos que, como poco, un tanto apresurado: "es en gran medida una tontería". Quizás lo fuera (aunque habría que pararse a pensar un par de veces antes de tildar de tontería una frase de Sartre) si el filósofo, en A puerta cerrada (Huis clos), situara la acción de su obra teatral en una comida familiar, p. ej., y no en el propio infierno, donde debaten claustrofóbicamente tres personajes bastante malvados. Ya en 1964 (veinte años después del estreno de la obra), el propio Sartre hablaba del uso incorrecto y banal de su cita en una entrevista, que se encuentra directamente accesible desde la entrada de la Wikipedia dedicada a la obra teatral.** Lo peor es la corrupción de lo mejor, como decían los escolásticos; eso es lo que Sartre quería decir, o mejor, de lo que nos quería advertir. Y una cita inteligente mal hecha puede, sí, ser una tontería.


* https://elpais.com/opinion/2024-12-28/barco-lleno-barco-vacio.html

** https://es.wikipedia.org/wiki/A_puerta_cerrada_(obra)



viernes, 3 de enero de 2025

397. Descubrimiento de un poeta (y redescubrimiento, quizás, de otro)

 Siempre es una alegría descubrir a un(a) poeta, y reducir así algo más la oscuridad en que (sin saberlo hasta entonces) vivimos. Este último hallazgo se lo debo al excelente programa radiofónico de Dimitri Papanikas (Café del Sur), que vengo escuchando últimamente en podcasts, con afán de coleccionista, desde sus primeras emisiones en el verano de 2009. En una entrevista con Paco Ibáñez, ambos hablan de los poetas latinoamericanos que han dado lugar a canciones (los primeros programas de Café del Sur estaban dedicados al tango), y el cantor de poetas dice que para él solo había dos poetas importantes: Pablo Neruda y Raúl González Tuñón. Vaya, otro poeta que no conozco, me digo, y me pongo a buscar. 

Otro poeta comunista, es lo primero que encuentro, y este, al parecer, lo fue toda la vida. Encuentro, además, un texto de Joaquín Sabina, cuya fuente no consigo encontrar, y que está, citado y accesible, en la presentación de la antología poética de González Tuñón publicada por Visor en 2021. Vale la pena leerlo entero:

"Raúl González Tuñon (Buenos Aires, 1905-1974), bendito sea; porque uno, en su ignorancia bautismal, ni sabe ni quiere saber cuáles son los mecanismos sutiles y misteriosos por los que un racimo de versos imborrables queda tatuado a fuego en la memoria de los veinte años como jamás, por sublime que fuera, lo haría después otro poemario. ¿Cómo no iba a gustarme si hablaba del farolito de la calle en que nací, del balcón donde volverían a colgar sus nidos las más oscuras golondrinas, de las Magdalenas imposibles con las que nunca dormiría, de las patadas en la puerta que, a media noche, me desvelarían? ¿Cómo no iba a amarlo si yo también coleccionaba tarjetas postales y quería viajar y ser feliz y, antes que nadie, sí, que nadie, estuve enamorado de Rosita? Luego llovió, diluvió sobre mojado y leí y canté y viví y rodé y bebí y olvidé y jugué y perdí y cada vez que, a ratos, escampaba, allí seguían los versos de Raúl grabados para siempre en la piel del corazón de la memoria. Porque le deben todo mis canciones, porque lo quiero tanto todavía, por su muerte tan viva y tan insomne, porque me hace llorar a pleno día, por los años impíos y fugaces, por la primera piedra en tantos barrios, por mi guerra de España tan perdida, por su Rosa blindada, porque todos somos humanos, inhumanos / fatalistas, sentimentales, / inocentes como animales / y canallas como cristianos."

La rosa blindada es un poemario, publicado en 1936, que el autor argentino dedicó a la Revolución de Asturias. Ya solo me faltaba acudir a mi enciclopedia de poesía, la colección completa de la revista Litoral (Revista de la poesía, el arte y el pensamiento), que heredé de mi padre, y que mantengo, año a año, actualizada. En el número dedicado en 2007 a Argentina (poesía y arte contemporáneos), encuentro algunos poemas excelentes de González Tuñón. Sigo buscando en la web, y de una extensa antología (Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013), quisiera destacar este poema, quizás porque me recuerda a mi querido Miguel Torga, El caballo muerto

"Media noche. Sobre las piedras
de la calzada hay un caballo muerto.
Aún faltan cinco horas
para que venga el carro de 'La Única'
y se lo lleve. Ese caballo viejo,
hedoroso de sangre coagulada,
ese pobre vencido, fue un obrero.

Un hermano del pájaro, un hermano del perro.
Fue el hermano caballo que anduvo bajo el sol,
que anduvo bajo el agua, que anduvo entre los vientos
tirando de los carros
con los ojos cubiertos.
Fue el hermano caballo. Ninguno irá a su entierro."