¿Qué es conocimiento sin que necesariamente tenga que ser
verdad, una verdad? Experiencia, todo lo vivido, lo cumplido, lo fallido, lo
inesperado. El recuerdo, vida recordada, revivida. Hay una hermenéutica del
recuerdo. Sobre mis recuerdos, apuntes, fragmentos de una totalidad que doy por
supuesta, porque sí que he vivido, descansa la comprensión de mí mismo como
ente real. Resulta increíble que seamos capaces de recordar tantas cosas y que
podamos decirlas con sentido. Como si viviéramos en una barca, flotando sobre
un océano de experiencia que crece, que se eleva con nosotros, siempre
dispuestos (y, de cuando en cuando, realmente obligados) a lanzarnos a bucear
para encontrar un objeto precioso, como si siempre hubiéramos sabido que estaba
allí. Lo cogemos, pero no con nuestras manos, lo observamos, pero no con
nuestros ojos, sino con nuestra experiencia, y podría decirse también que con
nuestra imaginación.
¿Por qué tiene sentido un recuerdo? Vamos a buscarlo como
esperamos, lanzándonos sobre él, el instante futuro, próximo o remoto.
Podríamos dedicarnos solo, o principalmente, a decir, con cuidado y precisión,
lo evocado en el recuerdo, y tendríamos bastante y no acabaríamos nunca. Podríamos además buscar el sentido, o
interpretarlo o inventarlo. Podríamos hacer ficción, narración. Recuerdo e
imaginación. Podríamos, sobre todo cuando lo vivimos muy intensamente,
ajustarlo a una forma, a la palabra poética. ¿Pero qué queremos realmente? No
olvidar, no perdernos, seguir siendo los mismos en el mismo camino. Sé que he
pensado antes que ese camino es el del conocimiento; pero no, o no solo o no
principalmente. Es el camino de la experiencia, de la vida, del tiempo. (De Huellas, 2010)