Mi exabrupto de ayer (§158), por lo que a determinada gentuza se refiere (gentaglia, ya que andábamos con uccellacci e uccellini), me hizo recordar, como un antídoto, unas palabras de Heinrich Heine, exquisito compañero para cualquier excursión intelectual. Son del Epílogo a su Romanzero (1851), que escribió sufriendo ya la enfermedad neurológica crónica que le acabaría matando. Considero, hasta donde puedo juzgar por mis propias lecturas, que la prosa de los poetas es de lo mejor que se ha escrito en todos los idiomas (que leo); de modo que cuidaré la traducción como si de un poema en verso se tratara.
"Ich gestehe es, ich habe Manchen gekratzt, Manchen gebissen, und war kein Lamm. Aber glaubt mir, jene gepriesenen Lämmer der Sanftmut würden sich minder frömmig gebärden, besässen si die Zähne und die Tatzen des Tigers. Ich kann mich rühmen, dass ich mich solcher angebornen Waffen nur selten bedient habe."
"Reconozco que he arañado a algunos, que a algunos he mordido, y que no he sido ningún cordero. Pero creedme, esos celebrados corderos de la mansedumbre tendrían un comportamiento menos piadoso si poseyeran los colmillos y las garras del tigre. Puedo preciarme de haberme servido solo en contadas ocasiones de tales armas innatas."
Sonrío y le envío un nuevo abrazo fraternal a aquel tigre sagrado (§156).