Una de las formas de pereza que más debemos cultivar es la pereza para escribir. Cada vez que nos pongamos a escribir es preciso que tengamos muy buenas razones para hacerlo, esto es, para no hacer cualquier otra cosa, y especialmente leer.
A mí me pasa que, de repente, empiezo a pensar “como si” lo pensado fuera a quedar escrito, y ello se convierte en una necesidad a la vez que en un elemento de rigor. Hay que intentar escribir así, empujados por pequeños destellos de claridad, y si no, no. (De Huellas, 1991)
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