lunes, 11 de febrero de 2019

40. Leer, vivir


Hay algo magnético y perfecto en las narraciones de esos inmensos escritores-viajeros (Melville, Conrad… también Cervantes), que pertenece a la más pura esencia de las historias contadas sobre las cosas humanas. Es como si hubieran visto clara y definitivamente dentro de la naturaleza (existencia) humana, y nos condujeran narrativamente por ese espacio real y mítico, transparente. Sea como sea, o como uno sea capaz de expresarlo pobremente, hay momentos de máxima lucidez narrativa (lectora, mejor) en que nos sentimos perfectamente incorporados (en cierto modo con el narrador, pero también con los personajes) a una historia contada. Me ocurre ahora releyendo Nostromo, de nuevo una historia perfecta y perfectamente contada. Hay otras ocasiones, como en el Jude de Hardy, en que esa sensación es aún más intensa, y llega a doler (también en Tess). Pero eso tiene que ver más con la naturaleza de la historia y de los personajes. Conrad nos protege un poco de eso (también Melville); y me admira aun más que sea capaz de relatar cosas tan humanamente terribles poniéndonos a salvo del ¿sentimentalismo? (y no digamos Melville).

Todo eso no deja de ser aun un poco confuso para mí. Me quedo con el insustituible sabor y la perfección de la narración que, de alguna forma, nos permite vivir dentro de ella. No se me ocurre otra función que pudiera ser más esencial a la narrativa: vivir. (De Huellas, 2011)


sábado, 9 de febrero de 2019

39. Anaxárete


Descubro en la Oda a la flor de Cnido, de Garcilaso, a Anaxárete ("Anajérete", dice el poeta) y su mito tierno y cruel. 

"Estábase alegrando
del mal ajeno el pecho empedernido,
cuando abajo mirando,
el cuerpo muerto vido
del miserable amante, allí tendido."

Las Metamorfosis de Ovidio (XIV 698 ss.) y el Diccionario* de Pierre Grimal ("Anaxáreta") me llevan a la Venus Prospiciens (Venus Espectadora) latina. Resulta evocador dirigir la mirada, desde nuestro horizonte actual, no sé con qué tipo de inocencia perdida (si es que esta noción significa algo en este contexto) hacia esa conjunción de lo sagrado, lo bello y lo erótico. Ante la insistencia irremediable y trágica del Ifis de Ovidio

"[...] acuérdate de que el amor no se me ha ido antes que la vida [...]"

no sabe uno si quedarse con la doncella del poeta latino, horrorizada, petrificada por la visión de su adorador ahorcado a la puerta de su casa, o con la del mito griego, dura hasta el final, como la piedra en que la convierte Afrodita, esta última, por lo demás, responsable de todo el episodio. (De Huellas, 2011)


(*) Pierre Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Ed. Paidós, 1981 (p. 26).


Alguna inocencia perdida hay también en reconocer, en la edición de la Poesía castellana completa de Garcilaso (Cátedra, 1990), el nombre de su editora, Consuelo Burell, profesora nuestra de Lengua y Literatura en el Instituto Santamarca de Madrid, en los años 70 del siglo pasado. Profesora seria, estricta, que a nosotros entonces, ácratas naturales sesentayochistas, nos parecía un tanto elitista. Al cabo de los años, es posible que en nuestro enorme respeto por los textos haya algo del respeto que ella nos tenía como alumnos y lectores.





38. Cerebro y poesía (algo más)


Leo ahora intensamente a G. Steiner y, como cuando hace unos meses leía a Todorov, veo que hay toda una línea de la lingüística y la crítica literaria (ahí están también Chomsky, naturalmente, y Eagleton; es posible que haya todo un espectro político, ideológico), de autores que saben, por su experiencia del lenguaje, hasta qué punto puede ser éste el vehículo de la mentira, la mala fe y las falsas verdades, la propaganda, las ideas fijas, inmunes a toda crítica empírica o racional, y, como dice el propio Steiner, la “bestialidad humana”. Cuando pienso en lo que nos puede enseñar el conocimiento de la neurobiología del lenguaje, estoy pensando en este tipo de cosas; en proporcionar un apoyo, por pequeño y precario que sea, a la certeza cultural y moral de lo mejor y lo peor que puede albergar en sí y transmitir el lenguaje humano, desde la “gracia” (Steiner) de la poesía a la “bestialidad” de su manipulación política para la humillación, la degradación y el sufrimiento del hombre. (De Huellas, 2011)