Ya, parece claro que estos dos términos nombran cosas diferentes, aunque también parecen estar, de alguna forma, extrañamente, relacionados.
En La información, de Martin Amis, extraña (también) novela, el antihéroe (y anti-autor) protagonista, Richard Tull, charla con una especie de rufián, ex-presidiario (que se ha intelectualizado en la cárcel), y explora la posibilidad de que alguien le dé una buena paliza a un colega (¿amigo?) escritor de enorme y súbito éxito. Se acaban de conocer y se están tanteado.
"(...) Tragó saliva y, con cierto esfuerzo, dijo:
‒ Soy autodidacta.
Sí, escucha, pensó Richard: incluso sabe decir autodidacta... (...) Notó que no se trataba de un joven del montón. Tampoco un prototipo, quizá; pero no convencional. Comprendió también (por primera vez) que los autodidactas siempre están sufriendo. El miedo a la ignorancia es violento, atávico; el miedo a lo desconocido es como el terror a la oscuridad. (...)
‒ Yo me licencié en Oxford con sobresaliente ‒repuso Richard‒. Autodidacta..., esa es una vocación dura. Siempre está uno intentando ponerse al corriente, y no llega a amarse plenamente el conocimiento. Siempre es para uno mismo."*
Duro juicio el de Richard Tull, desde su trágico cinismo, piensa uno (¿por alusiones?). ¿Cuándo es uno amateur y cuándo autodidacta? ¿No debería uno evitar ser las dos cosas a la vez? ¿Dónde queda en todo esto lo (meramente) académico?
Y la última: ¿quizás demasiadas lecturas recientes de (y sobre) Nietzsche?
* Martin Amis. La información. Traducción de Benito Gómez Ibáñez. Barcelona: Anagrama, 1996; p. 156.