domingo, 7 de diciembre de 2025

450. Hamlet y la incertidumbre

 Releyendo mis Huellas, sin un objetivo claro, solo por el gusto de recordar (o mejor, de no olvidar, o desolvidar, como sugería Heidegger), encuentro citados (1987, momentos de tensiones y discusión interna en FIBE) unos versos de Hamlet, Acto III:

“Our wills and fates do so contrary run  
That our own devices still are overthrown,
Our thoughts are ours, their ends none of our own.”

No puedo pensar en Hamlet (este personaje/persona único y universal) sin recordar, aunque sea vagamente, lo que escribió Harold Bloom sobre él en su Skakespeare. La invención de lo humano*. De hecho, en cuanto vuelvo a abrir el libro del crítico norteamericano me doy cuenta de que esos versos proceden directamente de su lectura (y no, seguramente, de una lectura directa, entonces, de Hamlet**). Bloom comenta expresamente esos versos en el capítulo que le dedica a Hamlet. Pertenecen al final de un monólogo del Actor Rey en la obra La Ratonera (teatro dentro del teatro, frecuente en Shakespeare) que se representa en la Escena II del Acto III, y cuyo autor es el propio Hamlet. "Nuestros pensamientos son nuestros, sus... ya no" (esta sería mi primera y problemática traducción; "sus..." ¿como traduciríamos aquí ends? Veamos qué nos dice a este respecto el propio Bloom, y cómo nos lo dice a través de su traductor al castellano, un gran poeta, Tomás Segovía, que tiene publicada, además, una excelente traducción de Hamlet en verso***. Primero, sin embargo, si seguimos el orden natural del texto de Bloom, veremos que esos tres versos forman parte del epígrafe del libro, y allí la traducción es:

"son nuestras las ideas nuestras, pero ajenos sus fines"

El traductor, Segovia, nos advierte al principio del libro de que, en las numerosas citas de Shakespeare que contiene el texto, "ha seleccionado en lo posible las interpretaciones de estudiosos o traductores anteriores, y en algunos pocos casos se ha aventurado a tomar decisiones personales. (...) en algunos raros pasajes... el autor pensó poder permitirse una versión más literaria o poética" (p. 16). Es interesante ese diálogo entre el autor y el traductor (otro autor, en realidad), especialmente cuando hay tanta sustancia poética en juego (Shakespeare, Bloom, Segovia... y el propio Hamlet).

Ya en el capítulo dedicado a Hamlet, encontramos otra traducción de esos tres versos, que Bloom interpreta como la "firma en clave" (de su auténtico autor, Hamlet), aunque aquí me centro en el tercero de ellos:

"Nuestros pensamientos son nuestros, sus finales nada tienen de nuestros."

Explica Bloom a continuación, interpretando ese verso en clave existencialista, que "lo que pensamos hacer no tiene relación con los fines de nuestros pensamientos, donde 'finales' significa al mismo tiempo conclusiones y cosechas." (p. 503) No dice "consecuencias", aunque eso es lo que a mí me parece leer, en realidad. ¿Se trata aquí de las intenciones, inconscientes, quizás, de nuestros pensamientos, o de sus consecuencias prácticas, fácticas? ¿Se trata, en ambos casos, de la diferencia/distancia entre "lo esperado y lo vivido", como lo recogió en su verso famoso Luis Cernuda? Tenemos aún una versión más, esta con la firma clara de Segovia, en su edición bilingüe de la obra:

 "pues si son nuestros nuestros pensamientos,
sus fines no lo son"

 La exigencia formal de la traducción en verso (la rima, el ritmo) imponen aquí una propuesta enfática y audaz ("nuestros nuestros"), y subraya, quizás, la interpretación de "ends" como "consecuencias", aquello en lo que nuestros pensamientos acaban, lo que acaban generando, y también aquello que, considerados en un tiempo posterior, estaba en ellos en potencia. 

Casi cuatro décadas después, esos versos (escritos originalmente hace más de cuatro siglos) siguen teniendo para mí, aunque ahora en un contexto más personal y biográfico, una especial significación. También trágica, como en la obra de Shakespeare****.

  

* Bloom H. Shakespeare. La invención de lo humano. Traaducción de Tomás Segovia. Anagrama: Barcelona, 2002. 

** No puedo recordar ahora dónde leí Hamlet alguna vez en castellano, pero sí sé que cuando tengo que buscar alguna cita del Bardo en inglés voy a las obras completas que me regaló mi abuela (la Beba), en 1986, no mucho antes de morir (había nacido en 1900). Es una edición inglesa de principios del s. XX (Oxford University Press, 1916) que tenía en su biblioteca y con la que yo trajinaba mucho cuando iba a comer a su casa (un día a la semana durante unos cuantos años de instituto y universidad). Me la encuadernaron unos años después y está intacta, impecable, a pesar de lo mucho que ha viajado conmigo.

*** Shakespeare W. Hamlet. Edición bilingüe, versión de Tomás Segovia. Penguin: Barcelona, 2015.

**** Como bien decía Foucault, los discursos generan otros discursos, los textos producen, una y otra vez, otros textos (y unas lecturas dan lugar siempre a otras). Ese es mi juego de los abalorios. (Re)descubro en Bloom una novela de Anthony Burgess sobre Shakespeare (Nothing like the sun), y también la historia de la muerte de su hijo Hamnet (y la interpretación de Joyce sobre una posible relación de "paternidad" de Shakespeare con Hamlet). Ambas novelas, la de Burgess y la de O'Farrell (que hasta ahora había intentado esquivar), están ya en camino, y es posible que acaben apareciendo de alguna forma en estos QSY.

 

 

sábado, 29 de noviembre de 2025

449. Epokhé

 Recuerdo las palabras (y la entonación característica) de Carlos Gurméndez cuando me hablaba de alguna crítica a la fenomenología (aunque en esa ocasión también mencionó a Tran Duc Thao, marxista y fenomenólogo, creo que hablábamos de Jindrich Zeleny, filósofo checo a quien yo estaba leyendo entonces): "es como si quisiéramos cerrar los ojos para ver". 

Hay tiempos, como este, en que la vida (la humana y personal, bios) sufre una reducción fenomenológica (epokhé) temporal, transitoria (esperemos), como si eliminando casi todo lo que antes la conformaba quisiera dejar ver (vivir) solo lo esencial.

 

 

domingo, 23 de noviembre de 2025

448. En calma

 Me pregunto cuántas cosas hacemos solo (o principalmente) por tener, por buscar, algo de calma. Como la del mar, después de la tempestad, y de ahí viene el término en las lenguas romances, precisamente (a través del latín, del griego kauma). El portugués, tan poético, tiene para ello el término calmaria.

 

 

sábado, 22 de noviembre de 2025

447. El clinamen y la contingencia

Vuelvo en coche de Sevilla (eso era ayer) por la Ruta de la Plata, un trayecto que conozco bien y del que siempre disfruto. El Corredor de la Plata (entre las sierras de Sevilla y Huelva), las dehesas de Cáceres, la monumental presencia de Gredos (que tanto impresionó a Handke); todo ya familiar, esperado y contemplado con placer. Tenía que volver a Madrid, claro, el congreso de Sevilla (especialmente intenso) ya había terminado para mí. Como un átomo de Demócrito, seguía mi trayectoria natural de Sevilla a Madrid, que desandaba el viaje Madrid-Sevilla de unos días antes. Sin embargo, como un átomo de Epicuro (según nos contó, entre otros, Lucrecio*), me desvié del camino en dirección al Parque Nacional de Monfragüe. Solo me acerqué, más o menos, hasta el límite Sur del Parque, pero lo suficiente como para disfrutar de la belleza y la paz de aquellas dehesas infinitas. Cada vez me gusta más dejarme llevar por estas desviaciones del camino, el clinamen epicúreo que tanto interesó a Marx**. Venía precisamente de recordar en el congreso, en una de mis charlas, la noción radical de azar de Monod, solo para criticarla***. Contingencia en un mundo, en un medio, no azar abstracto y puramente matemático, eso es lo que hoy contempla la biología como condición de posibilidad de la conciencia y la libertad (en el sentido en que Cordón empleaba estos dos términos en relación con el ser vivo). En cualquier caso, como la conciencia y la libertad también están relacionadas con el placer y el deseo, cabe registrar aquí lo agradable que me resultó ese clinamen, esa mera y sencilla contingencia. 

 

 * De Rerum Natura, 2, 293.

** Marx, Karl. Escritos sobre Epicuro. Crítica: Barcelona, 1988.

*** Monod, Jacques. El azar y la necesidad. Traducción de Francisco Ferrer Lerín. Barral Editores: Barcelona,1971. Aquí escribe el autor algo tan tremendamente categórico como esto (p. 126):

 “El puro azar, el único azar, libertad absoluta pero ciega, en la raíz misma del prodigioso edificio de la evolución: esta noción central de la biología moderna no es ya hoy en día una hipótesis, entre otras posibles o al menos concebibles. Es la sola concebible, como única compatible con los hechos de observación y de experiencia. Y nada permite suponer (o esperar) que nuestras concepciones sobre este punto deberán o incluso podrán ser revisadas.”

 


viernes, 21 de noviembre de 2025

446. Contra la soledad

 Una de las principales funciones de la literatura es la compañía, es ofrecernos la cálida, íntima y auténtica compañía de los autores. También la de aquellos que escribieron buscando la soledad (o huyendo de ella). Tan buena compañía, p. ej., como la de Cernuda ("te negué por bien poco"*).

 

 * Soliloquio del farero (Invocaciones)

 

 

sábado, 8 de noviembre de 2025

445. Respeto y perdón

 Llevo poco más de dos meses viviendo en mi nueva casa, haciéndomela poco a poco cada vez más familiar. O es ella, quizás, la que, con pequeñas indicaciones, sugerencias, se me va haciendo más acogedora cada día. Libros y plantas, luz y temperatura, esos podrían ser los cuatro elementos con los que se va formando esta casa. 

El aparcamiento, subterráneo, es cómodo y permite acceder directamente a las viviendas. He recorrido muchas veces en estos dos meses ese corto camino entre el coche y el ascensor cargado con cosas, bolsas, paquetes y cajas de todo tipo (y también con libros y plantas). 

En una ocasión, creo que bastante al comienzo de mi mudanza, estaba haciendo la maniobra para aparcar en el espacio correspondiente a mi casa, y dejé el coche parado un momento para descargar una caja o algo grande que no podría haber sacado del coche una vez aparcado. Otro coche, al que le estaba bloqueando el paso, se detuvo entonces delante del mío, y se bajó el conductor, un hombre más o menos joven, que vino caminando hacia mí. Recuerdo bien que en el asiento del acompañante había un chaval que parecía algo asustado.

- ¿Es que piensas que mi tiempo no vale una mierda como para que tenga que esperar a que termines con lo tuyo?

 Qué buen recibimiento, pensé, mientras me disculpaba y corría a mover el coche para dejar libre el paso. Quién fuera McEwan para describir con toda su profundidad emocional y vital una situación de violencia gratuita como esta. Eso lo pensé más tarde, y también hice para mí algunas consideraciones más o menos tópicas sobre las circunstancias vitales que pueden llevar a alguien a comportarse así. En fin, solo podía esperar no encontrarme con frecuencia con este peculiar vecino automovilístico (su plaza de garaje está bastante cerca de la mía).

Hoy me lo he vuelto a encontrar. Salía yo de mi coche, ya aparcado, esta vez descargando unas cuantas plantas, y vino caminando hacia mí despacio y con el gesto amable.

- Disculpa, llevo todo este tiempo esperando a encontrarte de nuevo aquí. Quiero disculparme por mi conducta del otro día, fue impresentable, y así me lo hizo saber mi hijo. Lo lamento mucho.

Se ve que necesitaba hacerlo, disculparse, y el tono era totalmente sincero y cordial. Nada hombre, no pasa nada, disculpas recibidas y aceptadas, y además se agradecen; eso le respondí, casi como disculpándome yo por lo mal que lo había pasado él.  

Venía pensando estos días atrás en anotar algo que recordaba del reciente discurso de Byung-Chul Han en la entrega del Premio Princesa de Asturias (comentado dos QSY más atrás). Hacia el final de su discurso dice Han, y lo dice de una manera que nos indica que es algo importante para él, que está trabajando últimamente sobre el respeto, y la clara pérdida del respeto esencial entre las personas en esta sociedad nuestra que él ha sabido criticar tan certeramente. 

Este vecino mío no me trató con respeto en nuestro primer encuentro, eso parece claro, y sin embargo hoy, cuando nos hemos vuelto a encontrar, se ha ganado, por así decirlo, mi respeto. Y este nuevo respeto mío está mediado por sus disculpas y mi perdón. Es notable esta relación posible entre el respeto y el perdón, o la capacidad de pedir perdón y de perdonar. El per-dón se da, se dona, y estaría bien que Han, que ha escrito sabiamente sobre el don, explorara en profundidad esa relación. 

 

 

martes, 4 de noviembre de 2025

444. Escribir por escribir

 Llevo mucho tiempo pensando, a ratos, qué cosas tengo contra la IA generativa, o por qué las tengo, por qué me molesta tanto que alguien pueda eludir el esfuerzo de expresar por escrito lo que piensa o lo que quiere decir, escribiéndolo, o mejor, haciendo como que escribe o pidiendo que se escriba. Como en otras ocasiones, ha venido Emilio Lledó a echarme una mano, con una frase feliz del primero de los ensayos ("El prisionero de la caverna, Platón, República, VII, 514a, ss.") que componen La memoria del Logos, uno de los primeros libros suyos que leí. La frase, que él mismo pone en cursiva, remata un párrafo que vale la pena recoger aquí (porque, como suele decirse, viene también al caso):

"Emparedados en el presente, urgidos y condicionados por el mundo que nos rodea, solo podemos respirar por la historia, por la memoria colectiva. Y es a través de esa memoria como podemos escuchar la voz de los textos y descubrir que sus mensajes no son pura letra; porque nunca nadie escribió por escribir." *

 El texto original de LLedó, como se indica al final del libro, es de 1980, hace casi medio siglo, cuando no existía la posibilidad de que un texto fuera escrito por nadie. Aunque hoy esto ya es posible, sigue valiendo la idea del filósofo: se escribe por escribir cuando no es nadie quien escribe. Cuando alguien escribe por sí mismo nunca escribe por escribir

 

 * LLedó, Emilio. La memoria del Logos. Madrid: Taurus, 1989 (p. 33)