sábado, 28 de septiembre de 2024

383. Ama

 A veces solo hay que asentir, nada más; cuando se cruzan en nuestro camino las palabras adecuadas, basta con un gesto leve de la cabeza y, si acaso, una media sonrisa, contenida. Como cuando escuchamos a un conferenciante que nos interesa.

ama et fac quod vis (Agustín de Hipona)

Eso.



viernes, 27 de septiembre de 2024

382. Abstinencia

Tantas vueltas como le doy, como le he dado, a lo que significa hacer filosofía, como algo diferente (¿complementario?) de hacer ciencia, y basta con no poder dedicarle tiempo suficiente durante unas semanas, para hacerme una idea de lo que es... por abstinencia.

Si la filosofía es eso que deberíamos hacer cuando no trabajamos (Vattimo), justamente lo que echamos de menos cuando trabajamos demasiado (en ciencia, precisamente), eso es la filosofía.



domingo, 15 de septiembre de 2024

381. La memoria y la culpa

 Leo ahora, en estas últimas semanas, sobre Foucault y su aproximación a la memoria (y a lo que él llamó contra-memoria), preparando así, todavía desordenadamente, una próxima intervención (exótica para mí) en un congreso de homenaje al filósofo francés. No tengo una familiaridad con Foucault como la que tengo con otros filósofos contemporáneos (no sé, familiaridad, afinidad, proximidad), pero me deslumbra su estilo de escritura (y, por lo tanto, de pensamiento), y sé que, a pesar de la mirada fría y descarnada (el análisis, la crítica, del poder), hay un lugar importante en su filosofía para el cuerpo, la calidez, el placer, el dolor y la compasión. Y también (o por todo ello, precisamente), para la rabia. 

Uno de los caminos que vengo explorando (también por otros, diversos, motivos que arrastro conmigo) es el lugar y la función de la imagen técnica, tecnológica (la fotografía, el cine y derivados) en la memoria personal y colectiva (densamente entrelazadas a través de esos medios técnicos).

Venía así, leyendo a Susan Sontag, sus reflexiones, muy oportunas, sobre las imágenes que nos vienen transmitiendo el sufrimiento humano durante las últimas décadas, sin dejar de pensar en Gaza, naturalmente, este último episodio insoportable de la crueldad extrema transmitido cada día, cada hora, cada muerto. Y encuentro esto:

"La pregunta es: ¿a quién queremos culpar? Con más exactitud, ¿a quién creemos que tenemos derecho a culpar? Los niños de Hiroshima y Nagasaki no fueron menos inocentes que los destruidos hombres (y algunas mujeres) jóvenes afroamericanos colgados de los árboles de un Estados Unidos pueblerino. Más de cien mil civiles, tres cuartas partes mujeres, fueron masacrados durante los ataques con bombas incendiarias de las fuerzas aéreas en Dresde la noche del 13 de febrero de 1945; setenta y dos mil civiles fueron incinerados en unos segundos con la bomba estadounidense lanzada sobre Hisroshima. La lista podría ser mucho más larga. Reitero, ¿a quién queremos culpar? ¿Qué atrocidades del pasado irremediable nos parece que estamos obligados a revisar?" *

Y del pasado más inmediato, de ayer y de hoy. ¿A quién?, pregunta Sontag. Foucault, lúcido, habló de dispositivos de poder, de dominación, pero también hay responsabilidades, culpas, muchas, personales (cínicamente ocultas, la mayoría de las veces) y colectivas (cínicamente inconscientes, podríamos decir).

Creo que una de las virtudes de la tradición política, ideológica, en que me sitúo, estriba en no olvidar quiénes fueron y son los responsables, los culpables, de las maldades del mundo, en el pasado y en la actualidad, y en querer comprender por qué se cometieron. Y quiénes fueron las víctimas y por qué. Justicia hermenéutica, escribía aquí hace algún tiempo, recordando a Benjamin y a Vattimo (§220)


* Sontag S. Ante el dolor de los demás. Traducción de Aurelio Major. Barcelona: Penguin Random House, 2023, p. 81.




sábado, 7 de septiembre de 2024

380. Padres e hijos

Cena con hijos (con Mu, Pi y Alfa), ya adultos e independientes, siempre admirables (como quería mi cita favorita, quizás imaginaria, de Hesse [§353]). Sus vidas, entrelazadas (a veces más, y a veces ya menos) con las nuestras. Sus esperanzas y alegrías, como sus penas y preocupaciones (Sorgen), siempre también las nuestras. Calidez común del reencuentro, recordada, renovada. Comprensiones y algunas incomprensiones, sutiles, generacionales, necesarias. Momentos de vida rotunda y plena que merecerían unos versos de Jorge Guillén.

(Sí, ahí en el fondo suena, resuena, Father and son, de Cat Stevens, que (mal) recordábamos hace poco durante una cena especialmente agradable, entre copas (de vino), y también la novela de Turguéniev, y esos versos doloridos, catárticos, de Claudio Rodríguez y Eugénio de Andrade, que dejé aquí hace tiempo en suspenso.)

 

 

miércoles, 4 de septiembre de 2024

379. Los ultimos días de las vacaciones

Voy en coche, conduciendo, entre Porto do Son y Portosín. Voy a hacer un recado, no sé, no recuerdo ya de qué se trataba (aunque podría intentar recordarlo). A la derecha tengo el monte, y a la izquierda el mar y esa luz especial de estos últimos días de agosto. Reconozco esta luz, este momento (se acaban las vacaciones), e incluso algo así como el sabor especial y único de estos días. Lo que siento durante un breve instante me lleva a otros veranos anteriores aquí, en este mismo lugar, y me proyecta hacia otros que vendrán. Eterno retorno (ya quisiéramos). Estos últimos días de vacaciones proporcionan un buen material para hacer unos pequeños, breves, experimentos sobre la percepción del tiempo y la memoria.



domingo, 1 de septiembre de 2024

378. Cada verano tiene su descubrimiento

 El descubrimiento o, bueno, algo así como una primera intuición o certeza (o mejor, cierta claridad), se produjo bastante al principio del verano (de las vacaciones, quiero decir). No ha habido tiempo de reflexionar un poco sobre ello hasta ahora. Se trata, como tantas veces, de un cruce de caminos. 

Venía pensando desde hace algún tiempo que, en mi serie de artículos sobre la memoria ("Ciencia y filosofía..."), debería incluir una especie de excurso literario dedicado a la memoria en la literatura, y especialmente en Proust, claro. Por otra parte, a lo largo de las últimas semanas, con motivo del artículo que tengo ahora en elaboración (Jaspers, Plessner y Merleau-Ponty), me he ido encontrando cada vez más con Proust, sobre todo de la mano de Merleau-Ponty. Finalmente, para completar el cruce (los hay así de complejos en el valle de Nebra, por donde anduve paseando, hasta ayer, estas cosas), vino el precioso librito de Vattimo ya citado en estos QSY*, o más bien, el espléndido prólogo que le dedica Franca D'Agostini. Dice esto la filósofa italiana sobre la perspectiva filosófica de Vattimo:

"Lo que creo ha sido importante en el trabajo de Vattimo es esta clara visión de la filosofía como algo distinto de las ciencias (exactas o de la naturaleza) y de las humanities o del arte: pero 'distinto' propiamente en cuanto profundamente comprometido e implicado en las problemáticas de fondo de todo esto, y ligado por mil vínculos de afinidad y participación a cada práctica cultural."

Como dice la gota de rocío de Silvio (desde la literatura, la poesía y el amor, precisamente), "esto es lo que faltaba / para que saliera el sol". Tan empeñado como llevo estos años en poner una al lado de la otra, más que en distinguirlas entre sí, la ciencia y la filosofía de la vida y la memoria, y no acababa de ver que hay un tercer territorio en juego (y al que he venido dedicando un tiempo inmenso y gozoso en mi vida), el de la literatura. Habrá pues, deo volente, como solía decir irónicamente Cordón, un excurso proustiano.


*Vattimo G. Vocación y responsabilidad del filósofo. Barcelona; Herder, 2012.

 

 


miércoles, 28 de agosto de 2024

377. Las verdades y las voces

Reunión de verano, vacaciones, de una pequeña tribu de izquierdas, feliz, con todo. Ya en los postres, como se dice, se habla francamente de política, a pesar de los riesgos, por todos conocidos. Hablamos más alto, también más tosco, intentamos resumir en un brochazo lo que habría que pararse a dibujar con más detalle. Nos conocemos bien todos y sabemos, más o menos, lo que vamos a decir unos y otros. Intentamos argumentar, pero lo hacemos todos a la vez, y así es imposible. Hay prisa en decirlo todo, o lo más importante, o solo esa clave que nadie sabría interpretar tan bien como quien la deja caer ahí como un martillazo. Tienen razón nuestros hijos cuando dicen que todo esto es, por lo demás, cosa de machos.

Al final cunde cierta sensación compartida de desastre, de fracaso (de la tribu o de la izquierda, en esa visión un tanto burguesa de que es mejor no discutir mucho, que tanto da, si se puede pasar un rato agradable, comiendo y bebiendo y hablando de cualquier cosa). Sin embargo, quiero ver algo positivo en esos momentos de oscuridad y confusión, de arañazos a veces duraderos (¿qué argumentación política no tiene su componente retórico ad hominem?) A voces, a golpes también, todos estamos peleando ahí por una verdad común, compartida, que, si no nos parece evidente, sí creemos al menos posible (aunque cada uno de nosotros piense que es la suya, exclusivamente). Si no, ¿qué sentido tendría discutir con tanta pasión? Yo diría (y busco ahí la compañía de Vattimo) que esa verdad existe, pero que no es, por decir así, teórica, y que tiene menos que ver con los fuegos artificiales de la discusión (mucho ruido muy efímero, afortunadamente) que con eso que nos llevó a reunirnos e incluso a ponernos a hablar de política. Algo por lo que nos buscamos unos a otros y que, malgré tout, no dejamos de buscar juntos.