Gadamer presenta de una forma muy sugestiva el carácter
irreductible del lenguaje pensado o hablado, frente al escrito (“Fenomenología
del ritual y el lenguaje”*). Habla (en realidad, escribe) del “titubeo” que solo
el “arte de escribir” puede trasladar, y nunca enteramente, al texto escrito.
Prefiero entenderlo en términos de posibilidades, de mundos posibles, de textos
posibles. El texto final que nos llega es solo uno de los infinitos textos que
la idea e intención iniciales contenían en potencia, en un abanico de
potencialidades que solo al iniciar la escritura comienza a manifestarse. “El
arte de escribir” es capaz, quizás, de evocar, en nuestro lenguaje pensado,
algo del “titubeo” original del autor, trasladándolo a nuestro propio “titubeo”
interpretativo. Algo de ello queda para siempre y algo se pierde para siempre,
pero queda también la tarea infinita de intentar recuperarlo, alzándonos en
nuestro lenguaje meditativo de lectores hasta el horizonte lingüístico,
conceptual, emocional, intencional, hasta el mundo de la vida, en suma, del
autor. (De Huellas, 2009)
(*) En Mito y razón, Hans-Georg Gadamer. Ed. Paidós, 1997.