"Hänsel und Gretel verlieren sich im Wald...", a veces me encuentro tarareando en silencio esta canción infantil alemana, o será que es ella la que a veces se tararea en mí sin casi darme cuenta. Como tanta música que ronda en nuestra memoria, y que de vez en cuando revivimos con gran parte de su aroma (mundo) original. No es la historia terrible de la bruja antropófaga lo que más me llama la atención en el cuento (los de los Grimm están llenos de ese tipo de cosas), sino la forma en que los hermanos (Hänsel y Gretel) se pierden (verlieren), cómo olvidan el camino que han seguido por el bosque (Wald). Al principio no se pierden, porque Hänsel va dejando un reguero de piedrecitas que señalan discretamente su itinerario. Después se ve que el chico se confía y en vez de piedras utiliza migas de pan como marcas del camino. Migas que, como las que dejamos en nuestra terraza, desaparecen rápidamente en los picos de gorriones, mirlos y urracas.
Debe de ser esta fragilidad, volatilidad (literal), de las huellas que dejamos lo que le obsesiona a mi DJ interior. Cuáles son de piedra y cuántas son de pan.
Curiosamente, me doy cuenta, cuando pienso en estas cosas, que encuentro (recuerdo) siempre en algunos autores las referencias invariables a las que podré volver en cualquier momento para reencontrar mi camino (piedras), mientras que desconfío de la persistencia de mis propias Huellas, tenues y fragmentarias (migas).