jueves, 21 de agosto de 2025

433. Escribir (más o menos) bien

 A veces hay que escribir deprisa, muy deprisa, sin tiempo para corregir ni para releer lo suficiente. Ni para pensar en lo escrito, sino solo en lo que se quiere decir, que se transcribe entonces con frecuencia envuelto en frases hechas, clichés, de modo más o menos automático. Quizá sea esa la función más importante de un texto escrito, atrapar una idea solo intuida y fijarla provisionalmente. Después viene la revisión, la corrección, pensando en la lectura, para que el texto se lea mejor, se comprenda mejor. Cierto es que esa mejor comprensión empieza por uno mismo y puede ayudar a desarrollar aun más el brote inicial de la idea intuida. Pero también podemos preguntarnos si se pierde algo en ese proceso, alguna frescura, alguna pasión original. Si hemos ocultado algo que, por ejemplo, no queda bien, no resultaba elegante en el texto. Si ese afán de perfección en lo escrito, lejos de ser un signo de autenticidad, de originalidad, nos equipara al resultado textual de, p. ej., un programa de inteligencia artificial. Pensaríamos entonces que es el estilo lo que nos protege frente a esa perfección impersonal. Y el estilo de cada uno ¿está en el borrador o en el texto mil veces revisado? Seguramente, hay aquí también un justo medio aristotélico que solo los sabios encuentran.

 


No hay comentarios: