(E. de Andrade, Arte de navegar)
"Pensar es reflexionar sobre lo que se sabe." (H.- G. Gadamer) "La dificultad en filosofía está en no decir más de lo que sabemos." (L. Wittgenstein) "Hemos definido el filosofar como un preguntar que comprende a partir de una emoción esencial de la existencia." (M. Heidegger) "El hombre siempre es más de lo que se sabe de él." (K. Jaspers)
(E. de Andrade, Arte de navegar)
Vivo en una ciudad cuyo alcalde acaba de ser reelegido por mayoría absoluta después de haber erigido un monumento, delante del Museo Nacional de Ciencias Naturales, no a Alexander von Humboldt, Darwin, Lamarck o Buffon, sino a la Legión Española. Así, a pocos metros de un lugar sagrado (o que debería serlo) donde uno puede aprender y admirar las ciencias de la vida y de la tierra, leemos inscripciones sobre el "espíritu de la muerte" y cosas por el estilo. Y ello, como digo, en una ciudad que un día fue "rompeolas", y en la tercera década del tercer milenio de la Era Común.
Decía Freud que, en su exploración de los rincones desconocidos del alma humana, siempre que descubría un nuevo ámbito de estudio para la ciencia, algún poeta había estado allí antes que él. Algo parecido ocurre en la política, que trata, como enseñó Aristóteles, no de lo que es (objeto de la ciencia), sino de aquello que puede ser de una u otra manera. En algunos frentes de avance político y social (pienso ahora en el feminismo, el ecologismo y el animalismo*), hay personas, activistas, que llegan antes porque van "haciendo camino", en ocasiones de modo ruidoso, escandaloso y algo teatral. Otros, más calculadores (maquinadores, por decirlo con un término que Heidegger desarrolló en un sentido iluminador), aprovecharán después esos mismos caminos para mostrar al mundo adónde lleva ("como no podría ser de otra manera"), no la imaginación y la audacia, sino la necesidad y el sentido común. Son aquellos y no estos, sin embargo, como cantó el poeta (comunista)**, "los imprescindibles" ("die Unersetzlichen"***).
*El activismo del que aquí se habla (docta spes, para decirlo con Bloch) es, precisamente, el que ha elevado el feminismo a la lucha por la dignidad de la diferencia humana, el ecologismo a la lucha por la supervivencia de la biosfera, y el animalismo, no solo a la defensa de los animales no humanos, sino, también y más allá, a la reivindicación de la condición esencialmente animal del ser humano.
**Ver nota al pie en §257.
***"Los insustituibles", en una traducción más precisa y también más al caso del pacto político reciente (y cínico) que aquí se comenta.
Vivimos momentos críticos, y no solo por las muy próximas elecciones generales en este pequeño rincón del mundo, sino por amenazas globales no menos próximas en cuestiones geopolíticas (es decir, bélicas) y biofísicas (es decir, planetarias). Si nos limitamos a lo local (a nuestra tierra, más que a la Tierra, en términos de Latour), llama la atención, quizás ahora más que nunca, la omnipresencia y el peso (ontológico y argumental) de las encuestas electorales. ¿Qué tipo de realidad revela una encuesta?, si es que es posible formular así esta pregunta. ¿La intencionalidad colectiva de una población determinada?, si es que eso quiere decir algo definido. ¿Los miedos, las angustias colectivas, la esperanza, la desesperación? Impresiona ver cómo algo inexistente (cuando nadie ha votado todavía) se impone como una realidad rotunda, efectiva. Entre el teorema de Thomas (self-fulfilling prophecy) y el efecto nocebo, no sabe uno cómo explicarse la tremenda eficacia propagandística y mediática de las encuestas electorales, su papel real en la configuración de los "espacios" y los "espectros" electorales. ¿No revelan las encuestas el aspecto más puramente consumista de la política democrática?
Para los que le dan muchas vueltas a la cuestión mente-cuerpo (mind-body) ‒no es mi caso, precisamente‒, una recomendación: que se suban a una bici y empiecen a pedalear y disfrutar del paseo, si es posible con un cierto esfuerzo añadido (velocidad, cuestas, etc.). Y, si es posible también, en un día de primavera tan perfecto como el de hoy. Pronto se olvida uno incluso de que está subido a una bici y que va pedaleando, conduciendo y ajustando sutilmente el cuerpo, el peso, la inclinación, a los movimientos de... ¿qué? Cuando llevo un rato pedaleando, y mi atención se centra sobre todo en el camino, el entorno, la bici es mi cuerpo y quien la lleva es mi alma (en sentido aristotélico), soy yo mismo, no cuerpo ni mente, sino pura actividad (enérgeia) ciclista (Bx).
En esta nueva jornada electoral de resultados a todas luces decepcionantes para la izquierda (the end of the day, como indica la expresión inglesa, lo dirá), pienso melancólicamente en El carro de las manzanas, la extravaganza política de Bernard Shaw, y en todo lo que el autor dice allí (sobre todo en el extenso Prefacio) sobre las trampas de la Democracia occidental*. Entre muchas consideraciones agudas y acertadas (como son ¿casi? siempre las de Shaw), me quedo ahora, muy brevemente, con esto: "Así, pues, la democracia no puede ser el gobierno (government) por el pueblo: solo puede ser el gobierno con el consentimiento de los gobernados."**
El consentimiento y, algo más allá, la tolerancia (de la mayoría). Y, mientras sigamos siendo una minoría (hoy veremos cuántos), también la paciencia y la resignación de muchos. Por cierto, el carro de las manzanas, según la expresión metafórica inglesa, representa la estabilidad de algo que puede irse al traste si a alguien se le ocurre volcarlo.
* Shaw era socialista (fabiano) y también era un demócrata, naturalmente. Por eso decía que era muy importante conocer las trampas de la democracia, especialmente las derivadas de la actividad política de las grandes corporaciones.
** Shaw G. B. The apple cart. A political extravaganza. London: Longman, 1965. (Mi traducción, p. 12)