sábado, 1 de junio de 2024

370. Fulgurante

 Internet, las redes sociales, comunicativas, entre caóticas, libres y (oculta, pero muy precisamente) dirigidas. Uno sabe, por lo general, qué puede esperar de ellas, información menos homogénea que la de cada medio corporativo (ahí están todos, al menos los que no están prohibidos), más diversa y más extrema (as usual, eso dependerá de dónde se sitúe el punto medio virtuoso, y en eso son especialistas los medios corporativos), mucho dolor y espanto (la guerra: el mal), mucha rabia, y a veces también expresiones de auténtica felicidad, y de inteligencia, y de belleza. 

En esa especie de mercado persa, la poesía tiene el efecto purificador que suele tener en la vida (cotidiana, si uno tiene buen cuidado Sorge de que la poesía se convierta en algo cotidiano). Purificador de las palabras, de su sonido y sentido (Valéry), de los instantes, los sentimientos (propios y compartidos), de la memoria (individual y colectiva), de eso, en fin, medio oculto que pre-sentimos como verdadero. 

Afortunadamente, si uno se deja buscar por ella (por los algoritmos dichosos, supongo), hay mucha poesía en internet, sobre todo citada, y uno no puede sino agradecer (a quien corresponda) cuando en la pantalla se cruzan unos versos que no le son conocidos... y son, además, fulgurantes.

Así es la buena poesía, la grande, y ese es el término que me vino inmediatamente a la conciencia cuando los leí: fulgurantes. Versos traducidos, además, del alemán, con todo lo que la traducción podría dejarse en el camino. Unos versos de Rilke, un poeta lleno de fulgores (como, entre nosotros, Valente). 

No conservo la pantalla original ni puedo decir que esta sea exactamente la traducción (ni la versificación) que me llegó entonces, y he tenido que dirigirme de nuevo a la web para buscarla (no tengo el libro físico en alemán ni en español). No cuesta nada encontrarlos porque toda la gran poesía está en la web (en unos pocos aspectos, este mundo hipertecnológico es maravilloso).

"Giro desde hace miles de años 

Y todavía no sé: ¿soy halcón? ¿soy tormenta?
¿O bien soy un gran canto?" *

No es fácil explicar (ni explicarse) cómo un conjunto tan limitado de palabras puede tener un efecto tan potente sobre el alma (si a algo podemos llamar hoy alma sería justamente esto, aunque también, con Aristóteles, Heidegger y Byung-Chul Han**, podríamos llamarlo corazón). En estos casos, antes de hacerme más preguntas, prefiero buscar el texto original e imaginar (pecado de hybris) mi propia traducción. Para ello también fue generosa la web. Incluyo aquí la estrofa completa, que permite apreciar el contexto de los versos. 

"(...) und ich kreise jahrtausendelang; 
und ich weiß noch nicht: bin ich ein Falke, ein Sturm  
oder ein großer Gesang." ***
 
No se me ocurre nada que pueda acercar el texto castellano del traductor a mi propia lectura de los versos de Rilke. Quizás, podría parecer que la pregunta tiene una nota más suave e indecisa en el texto original, sin signo de interrogación, y eso le da al texto un carácter más meditativo, como si en realidad el poeta no esperara ninguna respuesta a sus ¿preguntas?. Conviene, en todo caso, tener presente qué significa ahí el giro al que hace referencia la voz poética. Estas estrofas pertenecen al comienzo del primer Libro del poemario, Das Buch vom mönchischen Leben, El libro de la vida monástica. El poeta acaba de despertar y su mirada redescubre el mundo (O brave new world, exclama la Miranda de Shakespeare), que se le presenta como se le ofrecen a una novia las cosas que desea, las pequeñas y las grandes, y el alma se echa a volar.

"Vivo la vida en círculos crecientes
Que sobre las cosas se dibujan…
El último quizás no lo acabe
Y sin embargo quiero intentarlo.
Giro en torno de Dios, de la torre antigua.
Giro desde hace miles de años
Y todavía no sé: ¿soy halcón? ¿soy tormenta?
¿O bien soy un gran canto?" *

Como decía, leí estos versos hace unos días, cuando cruzaron la pantalla de mi ordenador como una estrella fugaz, y reconocí en ellos su efecto fulgurante. Ayer, al despertar de un breve sueño de propofol mezclado con un gas de estupendos efectos, despertar digno de un poeta, creo que los comprendí (viví, erlebte) algo mejor.


* Rilke, Rainer María. El libro de las horas. Traducción de Federico Bermúdez Cañete. Barcelona: Lumen, 1993. 

** Han, Byung-Chul. El corazón de Heidegger. Barcelona: Herder, 2021.

*** https://www.gutenberg.org/files/24288/24288-h/24288-h.htm



viernes, 31 de mayo de 2024

369. Ciencia y filosofía de la memoria en el siglo XXI (3)

 Continúa la saga sobre la memoria, ahora con otros tres grandes (muy grandes, fundadores), Freud, Wittgenstein y Heidegger:

https://nah.sen.es/vmfiles/vol12/NAHV12N22024105_116ES.pdf



domingo, 26 de mayo de 2024

368. Recóndito.

 Eso decía yo en un QSY reciente de la naturaleza (intencional) de estas notas (§362). Ahora ese adjetivo, recóndito, que entonces elegí, después de una breve reflexión, frente a otros posibles, me lo devuelve el título de una novela que nos ha recomendado Alfa: La más recóndita memoria de los hombres, de Mohamed Mbougar Sarr*. El título original de la novela, en francés, dice La plus sècret mémoire des hommes, con cierto matiz sobre el carácter oscuro, difícil o semioculto, del ámbito de memoria que señala. ¿O es solo por las resonancias que secreto tiene para el oído de un hispanohablante? Decir casi lo mismo es el título del espléndido libro de Umberto Eco sobre la traducción (con pocos libros he disfrutado tanto). Cuánto importa ese casi. En las primeras páginas de la novela de Mbougar Sarr, encontramos el origen de su título, una cita de Roberto Bolaño (de Los detectives salvajes, otro texto con el que disfruté mucho). El autor chileno habla ahí, con una ironía que podríamos llamar existencial, de lo (igualmente) efímero de la Obra y de la Crítica, sostenidas ambas por generación tras generación de Lectores (sic), y concluye:

"Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres."

Memoria es un término disémico (al menos) que puede indicar tanto la función (o la capacidad) de recordar como el producto de esa función, el recuerdo. El futuro decadente que invoca Bolaño supone, sencillamente, la desaparición de lo humano, esto es, de los hombres y de las huellas que han dejado a su paso por el Universo (por ponernos tan estupendamente cósmicos como el autor). Hasta ahí todo claro, pero ¿por qué dice recóndita, por qué la más recóndita memoria? ¿Se trata del último vestigio humano, dado el contexto apocalíptico imaginado, o de aquello que se encuentra más oculto, más profundo en la realidad del ser humano, lo que debe ser desvelado por un filosofar auténtico, según Heidegger

Veremos, como intuyo, si esta otra polisemia (hermenéutica) define el plano por el que discurre el texto de Mbougar Sarr. Para empezar, como estoy comenzando, en realidad, la lectura de la novela, quiero señalar (y sonrío al recordar mis cuitas de traductor en el pasado) cómo en la versión española de la novela, el sècret del título ha vuelto al recóndita original. Eso no responde a nuestras preguntas, claro, e incluso puede sugerir alguna más. ¿Quién ha puesto esa memoria ahí, en ese lugar tan recóndito, secreto? ¿Y quién la recuperará?

 

* Mbougar Sarr, M. La más recóndita memoria de los hombres. Traducción de Rubén Martín Giráldez. Barcelona: Anagrama, 2023.

 


miércoles, 15 de mayo de 2024

367. Sade, Gaza

 Explica muy bien Ana Carrasco-Conde en su Decir el mal (§347), siguiendo la interpretación de la Escuela de Frankfurt, cómo las prácticas de maldad extrema descritas por el Marqués de Sade en su  castillo imaginario, y sus presupuestos intelectuales y morales, encierran elementos utilitarios (eficacia), kantianos (deber) y estoicos (impasibilidad) aparentemente respetables o, al menos, inocuos. La banalidad del mal (Arendt), una vez más. 

"El resultado es una naturaleza destructiva canalizada fríamente por la razón a través del cálculo y la medida, es decir, de una ratio que funciona automáticamente alimentada por la pulsión de muerte. Una razón que construye un armazón que produce destrucción y que es incluso creativa para mejorar sus procesos." *

Mientras leía esto me encontré pensando, de repente, en la maquinaria de guerra (en realidad, más allá de la guerra, exterminio), guiada en parte, cómo no, por inteligencia artificial, que el ejército de Israel ha desplegado en Palestina. Frente al creciente tecnofascismo que sostiene y justifica este horror, tan banal, aparentemente, ¿qué podemos hacer como testigos, como voyeurs, de ese espectáculo sádico? O mejor, ¿qué hacemos? (nos pregunta el Aliosha que, con suerte, aún llevamos dentro).


* Carrasco-Conde A. Decir el mal. Comprender no es justificar. Barcelona: Galaxia-Gutenberg, 2021, pp. 143-144.

domingo, 12 de mayo de 2024

366. Inteligencia artificial y escritura natural

Mi trabajo científico, profesional, más que la moda y el entusiasmo general frente a cosas como el ChatGPT, me ha llevado a tomarme en serio la inteligencia artificial (IA). La imagen digital, en la que navego (la pantalla), frente a la analógica, que veo (el microscopio). Mayor rapidez, más precisión, mayor capacidad para guardar (memoria) y compartir con otros, y para medir, cuantificar, analizar. La posibilidad de encontrar patrones en poco tiempo, analizando cientos o miles de imágenes, algo que me llevaría (me ha llevado, de hecho) años con el microscopio (y con algo así como una mezcla de pasión y paciencia). 

Hay algo ahí, sin embargo, que me tranquiliza, o que, por decirlo de otra manera, no me escandaliza. La imagen digital, digitalizada, con la que trabajo es la misma que veo al microscopio (aunque, en muchos aspectos prácticos, resulte mejor). ¿Ocurre lo mismo con los textos? 

Mi relación con los textos escritos, si excluyo aquellos que tienen que ver estrictamente con ese trabajo científico (informes y artículos científicos, impersonales*, los primeros altamente protocolizados, y los segundos casi siempre elaborados colectivamente), es diferente; como lector (y anotador) de textos literarios y filosóficos, y como escribidor (de muchas notas y de unos pocos, esporádicos, artículos, estos sí, muy personales). 

Es posible que la IA generativa (la que puede producir textos originales por sí misma) ponga de manifiesto una diferencia más (o una esencial) entre lo científico y lo literario/filosófico. ¿Puede la IA potenciar ese carácter colectivo e impersonal (¿objetivo?) de los textos (supuestamente) científicos? Parece posible, si reducimos lo científico a los datos y eliminamos el pensamiento. Sin embargo, ¿a quién le puede interesar un texto literario o filosófico (digamos un poema, pensando con Santayana en los poetas-filósofos) no escrito por nadie

Heidegger propuso diferenciar entre la escritura auténtica (a mano) y la inauténtica (a máquina), y es posible que la IA no sea sino la extensión al límite de esa escritura inauténtica. ¿Por qué habríamos de privarnos del placer, de la dificultad, de pensar y de expresarnos por escrito? Y de reencontrarnos y reconocernos ahí (también unos a otros), como en un reflejo, en una huella o en un dolor.


* Algo que se entiende (aunque nunca lo entendí bien) que tiene que ver con la objetividad del trabajo científico.