Votaremos de nuevo, y pensaremos una vez más, durante un tiempo breve, que todo es posible porque, con un número suficiente de votos, las cosas podrían cambiar realmente, efectivamente. Una persona, un voto, y cada uno vota lo que quiere. Lo que quiere, no lo que se le dice en una campaña electoral. Todo está abierto, todo es posible, como en un sorteo de lotería; mejor, como en la publicidad de los sorteos de lotería, tan parecida a la publicidad electoral. De sobra sabemos, sin embargo, que no es así.
En esta democracia espectral, donde el poder que decide está fuera de la vista (y del voto), suelo pensar que el eje derecha-izquierda está estrechamente relacionado con el par egoísmo / altruismo. También podemos entenderlo, con Rorty*, en términos de lealtad: a los míos, lo mío, lo nuestro (derecha), o, además, a los otros, a todos, a cualquiera (izquierda). En tiempos electorales hay otro par de nociones que me parece interesante y posiblemente explicativo, el par comprensión / incomprensión. Las campañas de la izquierda, en general, están dirigidas a comprender, a hacer comprender los intereses en juego y el lugar que los ciudadanos ocupamos en la partida. Las campañas de la derecha tienen otros objetivos, desviar la atención y la emoción, y, en gran medida, evitar la comprensión, por parte de los ciudadanos, de las causas de sus condiciones de vida, y, en consecuencia, de la posibilidad de cambiarlas. Esto es lo que se ha entendido desde hace mucho tiempo, con Marx, como alienación. Maravilla pensar en lo que sería posible, al menos en términos electorales (por más que sepamos que no basta con eso... Allende, Tsipras, Lula, el chavismo, etc.), si una gran mayoría de ciudadanos llegara a comprender la importancia que los servicios públicos tienen para su vida. Y si votaran para defenderlos, naturalmente. Y si los siguieran defendiendo después de votar.
¿Qué relación hay entre un voto y otro voto? En términos (matemáticos) de probabilidad, ¿son sucesos independientes? Probablemente, no. En un texto de Gadamer** conocí el poderoso símil empleado por Aristóteles en Analíticos Posteriores (II 9) para explicar la formación del universal, un momento clave en el proceso que lleva de la percepción sensorial al conocimiento (y la comprensión de que se viene hablando aquí, por cierto). Aristóteles nos invita a imaginar un ejército en retirada, huyendo del enemigo. En algún momento, un soldado se detiene, oponiéndose así al movimiento general (antistántos), mira atrás y ve que ya no hay motivos para seguir huyendo. Un segundo soldado se da cuenta, hace lo mismo y se pone a su lado, y después otro y otro, y en breves instantes todos los que huían se vuelven a formar de acuerdo con el principio (arché) que los une.
Los tratados aristotélicos están llenos de imágenes evocadoras como esta, y vale la pena detenerse un momento en ella. Revela, una vez más, la fina capacidad de observación y de interpretación de Aristóteles, también de la conducta animal y humana, y la Investigación sobre los animales (Historia animalium) contiene numerosos ejemplos. Un solo soldado se detiene porque decide hacerlo, y desencadena el proceso "solidario" (otro, y otro y otro) que lleva a la reorganización del ejército. Tiene que haber un primer soldado que se detenga, pero ese primer gesto lleva a la movilización del conjunto. Basta con uno solo, y con una red de relaciones entre todos los componentes del conjunto.
Es solo un símil, una imagen, pero creo que nos permite reconocer la importancia del acto individual, significativo, en cualquier movilización social, y también en unas elecciones, donde el acto es un voto. Cada voto es, en potencia, como el gesto del primer soldado que se detiene.
*
Richard Rorty.
La justicia como lealtad ampliada. En:
Pragmatismo y política. Ed. Paidós, 1998.
**
Hans-Georg Gadamer.
Acerca de la fenomenología del ritual y el lenguaje. En:
Mito y razón. Ed. Paidós, 1997.