Hace unos días
fui a Oporto a dar una charla y viajé en coche, claro, como siempre. Me habían
invitado a contar la historia del banco de cerebros, los bancos, tres décadas
ya de historia, también personal. En el título de la charla incluí la pregunta,
quizás algo irónica, de si, al cabo, la cosa había valido la pena. Se me
ocurrió, por ello, comenzar citando (en una diapositiva) el poema Sísifo
de Miguel Torga, en realidad solo el comienzo y el final, justamente los
versos recogidos aquí en un QSY anterior (§314):
"Recomeça..."
Sí, hubo que recomenzar varias veces el banco
a lo largo de los años, y en diferentes lugares, y la loucura lúcida con la que
remata Torga el poema concuerda con mi pregunta del título de la charla.
El viaje hasta
Oporto fue agradable, tranquilo, aunque largo y, al final, un poco cansado.
Llegué a media tarde al hotel donde tenía una habitación reservada, en una
calle bonita (y no turística, afortunadamente) de edificios antiguos, cubiertos
de azulejos, muy próxima al Hospital Santo Antonio, donde daría mi charla al
día siguiente. Un hotel pequeño (también bonito), sin un espacio donde dejar el
coche antes de descargar y llevarlo a un parking. Di algunas vueltas por
aquellas calles estrechas hasta que encontré un pequeño hueco para dejar el
coche un momento. Bajé del coche, cogí la mochila y lo cerré. Mientras me
aseguraba de que quedaba bien cerrado miré a la pared que tenía enfrente, medio
cubierta por unos bonitos azulejos, muchos de ellos ausentes. Sobre los
azulejos, escrito con mucho cuidado, nítidamente: "Recomeça...",
precisamente los primeros versos del poema de Torga. Rápidamente, hice
una foto con mi teléfono móvil, convencido de que tendría que incluirla en la
presentación de mi charla.
Así me recibía
Oporto, pensé, de un modo tan amable y tan personal. Así me recibía ese país,
como el mío, de grandes poetas. Que esta historia fuera a resultar verosímil en
mi charla del hospital, eso no lo veía tan claro.