En la filosofía, en la literatura, en la vida.
La felicidad es cosa de límites, o eso parece.
Un punto de partida (también un límite).
"Pensar es reflexionar sobre lo que se sabe." (H.- G. Gadamer) "La dificultad en filosofía está en no decir más de lo que sabemos." (L. Wittgenstein) "Hemos definido el filosofar como un preguntar que comprende a partir de una emoción esencial de la existencia." (M. Heidegger) "El hombre siempre es más de lo que se sabe de él." (K. Jaspers)
En la filosofía, en la literatura, en la vida.
La felicidad es cosa de límites, o eso parece.
Un punto de partida (también un límite).
En su Simbioética*, verdadera enciclopedia del ecologismo más lúcido (el que no acepta los menosmalismos de la sostenibilidad y el greenwashing corporativo, ideológico y político), Jorge Riechmann cita en varias ocasiones el conocido verso de Auden, "We must love one another or die", debemos amarnos unos a otros o morir**. El verso es conocido sobre todo en el mundo anglosajón, donde el poema al que pertenece, September 1, 1939, tuvo una gran difusión después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, el propio Auden mantuvo una relación difícil con su poema, y siempre pensó que transmitía un mensaje confuso. Lo eliminó de algunas antologías, y solo aceptó incluirlo después de cambiar, muy significativamente, la conjunción del verso famoso: "We must love one another and die". No hay esperanza, nada que hacer contra la catástrofe, por mucho que nos amemos unos a otros. Si me das a elegir, parece querer decir Riechmann, me quedo con el Auden más optimista, el que han elegido, más allá de las revisiones del autor, sus lectores***.
* Riechmann, J. Simbioética. Madrid: Plaza y Valdés, 2022.
** Riechmann, él mismo poeta y traductor de poesía (me parecen excelentes, p.ej., sus traducciones de René Char), traduce con la debida sencillez el citado verso como "Debemos amarnos los unos a los otros o morir." Una traducción que tengo a mano, más interpretativa, dice algo mucho menos poético: "debemos amar al prójimo o morir".
*** https://www.theguardian.com/books/2019/aug/31/wh-auden-september-1-1939-poem
Si algo bueno y sensual tiene el verano es la oportunidad de ir descalzo el mayor tiempo posible. ("Si algo" es un decir, una fórmula retórica, porque el verano está lleno de encantos sensoriales, como el "olor a verano" de la piel de quien vive con nosotros piel-con-piel). Pasé los veranos de mi infancia descalzo por las calles y playas de aquellos lugares gallegos. Ahora, más que adulto, redescubro el placer, entonces inconsciente, del contacto permanente del cuerpo con la tierra. En lo teórico, me lo redescubrió aquel psicólogo en un curso de verano (La Rábida, Huelva, verano de 2021) durante una larga y memorable sesión de relajación. Sentirse en contacto con el suelo, sentir el peso del cuerpo sobre el sustrato que pisamos, que palpamos cuidadosamente, que acariciamos al caminar.
Imaginemos que en la vida de un lector, en una vida lectora, hay tres periodos principales. En una primera fase, uno intenta leer (devorar) lo más auténtico y apasionante. Se busca uno, se crea a sí mismo en la intensidad de lo leído. Después, y esta es la fase más prolongada, se lee simplemente para saberlo todo. Lo importante ahora es la extensión, la ausencia de límites. Empiezo a pensar que hay una tercera fase, más allá de lo intenso y lo extenso, en que, conocidos o intuidos los límites, uno intenta leer (también releer) lo justo, lo preciso, lo esencial, quizás solo para mantener el nivel (¿de intensidad, de extensión?) alcanzado. También el camino. En ese tercer periodo, hasta ahora solo intuido, podría estar entrando yo ahora. (Bx)
Ayer estuvimos, Mu y yo, viendo a Sergio, nuestro sobrino, bailar. Sergio R. Suárez (así se presenta él en el mundo de la danza) es un bailarín maduro, competente y creativo (también es coreógrafo), en un grado superior, con toda seguridad, al que pueden juzgar espectadores, como nosotros, que no frecuentan habitualmente los espectáculos de danza. Solemos ir más al teatro y sabemos que el escenario es un espacio sagrado, y que quien es capaz de hacerse con ese espacio virtuosamente merece siempre nuestra admiración. Seguimos desde hace años el desarrollo cuasi-orgánico de dos obras (o series de obras) creadas por Sergio, Fetiche, una pieza magnética y encantadora sobre el deseo, y otra línea de desarrollo que va, de momento, desde I'aam hasta La Revisión. En esta última serie, baila él mismo, solo, y en audaz y valiente soledad se plantea (ahora también explícitamente, en esta última versión) enfrentarse a los rígidos patrones de género de la danza española. La ejecución de la pieza es dura, esforzada, agónica, y solo en algunos momentos parece encontrar el camino entre los movimientos impuestos por la tradición normativa, de los que intenta literal, físicamente, desprenderse. Entonces hay algo de paz y de luz, de esperanza, que por lo general dura poco, para volver una y otra vez a una lucha (consigo mismo, con su propio aprendizaje), de momento, interminable, sin final, como el propio final de la obra acaba representando en un diálogo simpático, algo crepuscular (sí, la luz se va apagando, poco a poco, como en la canción de Dylan*), también agridulce. El resultado parece incierto, pero eso lo hace aun más interesante. Seguiremos, admirados, disfrutando del camino ("proceso") que ha emprendido Sergio, bailarín inconformista y valiente.
* It's not dark yet.
En una nota a pie de página del primer capítulo de su The fragility of goodness* (pp. 3 y 4), Nussbaum explica la solución que ha adoptado en el texto para el problema de los pronombres personales (he, she, he or she), en particular para no resultar reiterativa con el socorrido he or she. No es la solución, elegante y consistente con la militancia feminista de la autora, lo que más me llama la atención de la nota, sino su referencia a la República de Platón, filósofo que, dice, tiene "a good claim to be called the first feminist philosopher." En ese diálogo fundamental del filósofo, su obra más importante, según Guthrie**, se encuentra este pasaje, que Nussbaum nos recuerda en su nota:
(Sócrates acaba de concluir su descripción de las características que deben reunir los gobernantes del estado ideal.)
"‒ ¡Has hecho completamente hermosos a los gobernantes, Sócrates, como si fueras escultor!
‒ Y a las gobernantes, Glaucón; pues no pienses que lo que he dicho vale para los hombres más que para las mujeres, al menos cuantas de ellas surjan como capaces por sus naturalezas.
‒ Correcto, si es que han de compartir todo de igual modo con los hombres." (540c)***
Se estima que el diálogo se escribió en 421 antes de la era común, esto es, hace casi veinticinco siglos. Como se indica en las referencias, la nota de Nussbaum es de 2001.
* Nussbaum, M. The fragility of goodness. Luck and ethics in greek tragedy and philosophy. Cambridge: CUP, 2001.
** Guthrie, W. K. C. Historia de la filosofía griega. IV, Platón. El hombre y sus diálogos: primera época. Madrid: Gredos, 1990. (p. 416)
*** Platón. Diálogos IV. República. Traducción de Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos, 2000.
Leo siempre con gusto a Martha Nussbaum, y me encuentro de vez en cuando dialogando con sus textos; los más antiguos, dedicados a la biología aristotélica, y los más recientes, sobre filosofía moral y política. Aristóteles siempre al fondo, críticamente asumido. La pluralidad y la fragilidad del bien, cuestiones que ahora me reclaman, con su clara huella vital (más bíos que zoé). Y la defensa del florecimiento humano, más que del mero crecimiento, noción aquella genuinamente aristotélica. Florecer (flourish), no solo crecer.