Mañana votaremos de nuevo. El resultado, para los más optimistas (de los nuestros), es incierto, y no acabamos de entender por qué. Hay algo de juego de azar en esto de no entender, especialmente en los últimos momentos antes de la votación. ¿Y si hubiera suerte también esta vez? (En las Elecciones Generales anteriores hubo algo de suerte, y algo [más] de inteligencia política, o de políticos inteligentes.)
Propongo, como ejercicio teórico, considerar que pueda tratarse aquí, en este momento, al menos en parte, de una cuestión de valores. O de un valor, principalmente. Sin embargo, como el heideggeriano de izquierda más o menos perplejo (por eso mismo) que en parte soy, no me avengo bien con la noción de valor, qué no sé bien qué es.
¿"Cuando se habla del ser de los valores, por lo general, se alcanza un alto grado de confusión."*
El valor del que hablo es la guerra. En realidad, el valor debería ser la paz, y la guerra su contravalor. Europa (en sentido amplio, desde Finisterre hasta los Urales) está en guerra, una guerra (como todas) cruel y obscena, una guerra de mercenarios (como muchas) a la que asistimos todos los días como espectadores "privilegiados". Una guerra en la que no se cuentan los muertos, porque de lo que se trata en último término es de ganarla o de que no venza el enemigo. Una guerra terrible, en fin, por más súper-tecnológica que parezca, que se alimenta generosamente para que siga existiendo.
Ese valor (contravalor), el que representa el horror cotidiano cuasi invisible de la guerra, forma parte de los valores que, a todas luces, están en alza en Europa (en sentido amplio) y pueden acabar inspirando el próximo gobierno de este país: los valores neoliberales. De alguna forma, más que metafórica, la guerra podría ganar aquí mañana las elecciones.
*Heidegger, Martin. Introducción a la metafísica (1935)
**Vallejo, César. España, aparta de mí este cáliz (1939)
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