martes, 25 de diciembre de 2018

26. Cita de versos


Algo sobre lo que creo que vale la pena escribir: las citas de versos o poemas en otros géneros literarios, principalmente en novelas o cuentos. Ahí está la poesía recordada, en cierto modo la poesía en acto, viva, filtrada por la experiencia y la memoria viva. ¿Hacer un registro, una colección, a la vez pasada por mi propio filtro? Lo llamaría proyecto “Cita de versos”.

Recuerdo los poemas que me recitaba Faustino Cordón* (Villon, Darío, Goethe, poemas revolucionarios alemanes), con qué precisión y pasión. ¿Puede haber algo más poético y auténtico para un poema que su evocación al cabo de los años y de la vida?

(Esto, sugerido de repente por una lectura, en el AVE, de un pasaje de “El caballero y la muerte”, de L. Sciascia, donde el protagonista cita unos versos de Víctor Hugo aprendidos de niño. Recuerdo apasionado de versos apasionados.) (De Huellas, 2009) 

* De Cordón, maestro al que acompañé durante unos cuantos años, desde que (en sus palabras), "se acercaba peligrosamente a los 80 años", hasta casi el final de su vida, se hablará extensamente en futuras entradas de este blog. También de ese "casi", que solo ahora, veinte años después, soy capaz de entender.



domingo, 23 de diciembre de 2018

25. El arte de escribir y la tarea de interpretar


Gadamer presenta de una forma muy sugestiva el carácter irreductible del lenguaje pensado o hablado, frente al escrito (“Fenomenología del ritual y el lenguaje”*). Habla (en realidad, escribe) del “titubeo” que solo el “arte de escribir” puede trasladar, y nunca enteramente, al texto escrito. Prefiero entenderlo en términos de posibilidades, de mundos posibles, de textos posibles. El texto final que nos llega es solo uno de los infinitos textos que la idea e intención iniciales contenían en potencia, en un abanico de potencialidades que solo al iniciar la escritura comienza a manifestarse. “El arte de escribir” es capaz, quizás, de evocar, en nuestro lenguaje pensado, algo del “titubeo” original del autor, trasladándolo a nuestro propio “titubeo” interpretativo. Algo de ello queda para siempre y algo se pierde para siempre, pero queda también la tarea infinita de intentar recuperarlo, alzándonos en nuestro lenguaje meditativo de lectores hasta el horizonte lingüístico, conceptual, emocional, intencional, hasta el mundo de la vida, en suma, del autor. (De Huellas, 2009)

(*) En Mito y razón, Hans-Georg Gadamer. Ed. Paidós, 1997.


sábado, 22 de diciembre de 2018

24. Santayana y algunos problemas personales

En una mañana espléndida como esta, lo eterno se impone a la noticia. Platónico, apago la radio del coche.

A ratos desencantado, a ratos ilusionado de nuevo, y cada vez más cansado. ¿Cómo acabará esta lucha? ¿Sabré? ¿Podré? (De Huellas, 2009)

Creo que recuerdo bien cuándo surgio la mínima idea para escribir la primera parte de esta nota (también mínima). Iba yo conduciendo por la Gran Vía, camino del hospital, en una mañana de abril, como queda recogido, espléndida (como la palabra que lo indica, que también lo es), escuchando la radio del coche, algunas noticias, y dándole algunas vueltas al singular platonismo materialista de Santayana, del que acababa de leer algo*. De fondo, en la segunda parte de la nota, aparece el conflicto, ya plenamente declarado en el hospital, que siguió a mi nombramiento como Jefe de Unidad (por segunda vez). Un periodo intenso de odios cruzados que todavía no sé analizar.

Acabo de atravesar (si es que de verdad he acabado) otro de esos periodos, esta vez con un antagonista mucho más poderoso. ¿A qué cosa no atiendo (consciente o inconscientemente) en mi trato con algunas personas, que genero odios de semejantes dimensiones? ¿En qué momento y por qué decido no hacer eso que "se"** debería hacer para (todo el mundo entendería ese "gesto", esa pequeña traicíón a uno mismo) rebajar la tensión, para "llevarnos bien", para que las cosas sigan funcionando mediante una hipocresía mutua, razonable, asumida por todos? ¿Por qué, en conclusión y recordando a Russell, no soy cristiano?

* Platonismo y vida espiritual. George Santayana. Ed. Trotta, 2006. De Santayana, uno de mis filósofos-escritores favoritos, junto a Sartre, Bloch y algunos más, o con él, habrá que hablar en próximas entradas de este blog.

**En el pleno sentido heideggeriano de este "se" (man).



23. Cerebro y poesía (primer intento)


Releo ahora estas notas y me doy cuenta de que hace un año que no escribo nada aquí. Me pregunto por qué. Me gusta ver estos textos minúsculos que reflejan y conservan como pueden algunos momentos y horizontes de mi vida. ¿Qué ha pasado en este último año? Trabajo, trabajo, muchísimo trabajo. Un proyecto algo más sostenido, también, “cerebro y poesía”, una búsqueda de los elementos cognitivos de la poesía, la verdad poética o los procesos neurales que subyacen a la poesía, por intentar decirlo desde distintos ángulos. También, como si hubiera caído en una trampa que yo mismo me hubiera tendido, me ha dado (“es un don”*) por escribir algunos poemas. Realmente, estoy sorprendido, no por el resultado (no busco a estas alturas, naturalmente, nada parecido a una perfección, sino toda la precisión posible con respecto a la idea poética original), sino por la satisfacción de encontrar las palabras para dejar constancia de un momento de especial intensidad, vivido o evocado. Uno puede intentar transmitirlo, como siempre he hecho yo, en una prosa de círculos concéntricos, “dándole vueltas”, por decir así, al asunto. Ahora creo que en el centro de esos círculos hay, podría haber si uno supiera enunciarlo, un poema. Cuando uno intenta escribirlo, o atraparlo, empieza a pelear, ya no con la idea original, huidiza (“idea liebre” de Bergamín), sino con la forma del verso, con las palabras. Me doy cuenta de que hay mucho que explorar y disfrutar ahí si uno no se deja distraer por ninguna vana intención sobre el resultado en términos formales, o incluso técnicos, en cuanto a si es “bueno”, o si tiene alguna calidad más allá del intento circunstancial que realmente es. Me basta con que una lectura posterior del poema me aproxime a aquello que lo originó, y cuanto más, mejor, mejor será el poema para mí. Yo no sabría escribir para otros, ni ha sido nunca esa mi intención.

Corolario: es imposible comentar adecuadamente un poema (y, en el fondo, no otra era mi intención al enunciar el programa de “cerebro y poesía”), si no se enfrenta uno a la enorme dificultad de escribir unos cuantos.

Hay un pensar analítico, dirigido, problemático, que busca soluciones. Hay un pensar meditativo, errático, que explora el espacio del pensamiento, que recuerda e imagina. Y hay un pensar poético que busca la palabra precisa para acotar la intuición, el sentimiento, y con ritmo ajustado, que se va imponiendo suavemente en fragmentos, versos, que van surgiendo casi espontáneamente. Podría decirse que hay una función poética del pensamiento, que en determinadas condiciones el pensamiento, el lenguaje comienza a expresarse poéticamente, y esa es entonces su forma de expresión más adecuada. (De  Huellas, 2008)

(*) "Siempre la claridad viene del cielo; es un don (...)". Don de la ebriedad, de Claudio Rodríguez.

Como lo veo ahora, y ya apuntaba el último párrafo, no era el cerebro, sino el pensamiento, de lo que se trata. La falacia mereológica de Dennett, tan frecuente. (2018)


viernes, 30 de noviembre de 2018

22. Leer y escribir

A veces me imagino como escritor, pero no es más que una ilusión agradable. Es mucho mejor leer que escribir, pero al final es inevitable imaginarse a uno mismo escribiendo, ¿lo que lee? No, otra cosa, un comentario, otra historia, siempre hay alguna historia rondando por ahí; no sé, escribiendo, ocupando por un momento ese lugar misterioso y privilegiado del narrador. Sin embargo, no se trata de eso. La narración no resulta de un acto espontáneo o primordial, natural como una fuente o un soplo de viento. No, el narrador forma parte de la ficción, es un actor más al servicio de un guion cuya geometría no le pertenece. Imaginarse a uno mismo como ese otro que construye desde atrás, desde arriba, el escritor, eso cuesta mucho más, y no resulta tan agradable. (De Huellas, 2007)


sábado, 17 de noviembre de 2018

21. Das Glasperlenspiel

Uno de los mayores aciertos de Hermann Hesse* es haber sabido representar como "juego de abalorios" (Glasperlenspiel) eso que venimos haciendo con la cultura y el conocimiento, con nosotros mismos, los que hemos creído desde que tenemos uso de razón, por así decirlo, que nada hay más importante, salvo las personas mismas, que el pensamiento, que no es sino pensamiento de algunas personas**. Incluso ese "algunas" ha sabido traducirlo Hesse delicadamente en un sentido "democráticamente" elitista***. Yo no podría decir cuántos "juegos de abalorios" he planeado  y comenzado, muchos, muchísimos, y en eso ha consistido hasta ahora principalmente mi vida intelectual. ¿Terminaré alguno de ellos o es solo uno el que se termina a lo largo de la vida? ¿O es, más bien, que el juego intelectual, aun el de los que lo abordan seriamente, con su vida entera****, consiste solo en eso, en planear y comenzar? (De Huellas, 2006)


* Quizá el mayor de todos, entre otros muchos, fue su valiente y decidida apuesta por la paz frente a las dos Guerras Mundiales del s. XX, en compañía de otras figuras geniales, como Romain Rolland, André Gide y Stefan Zweig. De este pacifismo ejemplar y perfectamente vigente, se hablará en otras entradas de este blog.

** Hecho pensamieno transmisible y colectivo en el lógos común, compartido, el lenguaje.

*** No en un sentido clasista, sino de elevación personal. No de elevación "sobre los demás", como en el poema de Goytisolo ("Me lo decía mi abuelito / me lo decía mi papá [...]"), sino de elevación sobre uno mismo, en el sentido de Agustín de Hipona.

**** ¿Profesionalmente, académicamente?



viernes, 19 de octubre de 2018

20. Schopenhauer y el pensamiento personal

La lectura de Schopenhauer es una fuente continua de sabiduría, e incluso en las ocasiones (no infrecuentes) en que el filósofo parece algo desmesurado sus textos nos ayudan a pensar. Precisamente sobre la lectura de otros autores dice esto (Complementos, Ed. Trotta, p. 109):

"Desde luego, la afluencia continua de pensamientos ajenos tiene que obstaculizar y asfixiar los propios e incluso, a la larga, ha de paralizar la capacidad de pensar si esta no tiene un alto grado de elasticidad capaz de resistir aquella corriente antinatural. De ahí que el incesante leer y estudiar echen a perder la mente, no solo de forma directa, sino también porque el sistema de nuestros propios pensamientos y conocimientos pierde su globalidad y su conexión permanente cuando con tanta frecuencia lo interrumpimos arbitrariamente para dar espacio a un curso de pensamientos totalmente ajeno."

Hay un momento en que uno deja de oír tanto la voz de los otros, y empieza a escuchar su propia voz, y la identifica y la valora. Es un momento importante en la vida. Como sugiere Schopenhauer (y algo añado yo), a los que hemos leído demasiado, eso nos ocurre más tarde.

(Y, sin embargo, sabemos que nunca se lee demasiado.)