jueves, 17 de octubre de 2024

386. Ficción, memoria e historia

 En Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan desmenuza* autobiográficamente la historia de su madre, Lucile en la novela, enferma de trastorno bipolar.

La historia es dura y se va haciendo, a medida que avanza, cada vez más desoladora, terrible y destructiva para la madre y sus dos hijas.

"Mi memoria recela de otras escenas referentes a Lucile, más violentas aún, que seguramente no escribiré jamás." **

¿Será la ficción lo que se escribe y la realidad (¿la historia?) aquello que no se puede escribir, lo intolerable, lo insoportable? 

¿Era eso lo que le molestaba a Platón de los poetas?


* No se me ocurre otro término, aunque lo que la autora hace es aun más violento y doloroso, como si estuviera abriendo a golpes, rompiendo, cada episodio de unas vidas compartidas, para extraer un contenido doloroso y olvidado. 

** De Vigan, D. Nada se opone a la noche. Barcelona: Anagrama; 2023, p. 284.



domingo, 13 de octubre de 2024

sábado, 12 de octubre de 2024

384. Ciencia y poesía

 Qué bien sonaban los versos de la Letrilla satírica de Quevedo en el canto, en la voz ronca y gastada, de Paco Ibáñez:

"Pues amarga la verdad,
quiero echarla de la boca;
y si a l'alma su hiel toca,
esconderla es necedad." *

Entre las funciones de estos QSY, como he venido apuntando en algunos de ellos (§362, el más reciente), está la de dejar anotado o, de alguna forma, inscrito (lay down, canta Dylan, [§342]), todo aquello (ideas, intuiciones, cosas entrevistas) que durante un tiempo determinado anda buscando una expresión escrita para no caer en el (mi) olvido, a la vez que para alcanzar una forma, si bien provisional, mínimamente reconocible. 

Algo así ha venido ocurriendo durante algunas semanas con este espléndido poema de Manuel António Pina:

"As que procurei em vão,
principalmente as que estiveram muito perto,
como uma respiração,]
e não reconheci,
ou dessistiram e
partiram para sempre,
deixando no poema uma espécie de mãgoa
como uma marca de água impresente;
as que (lembras-te?) não fui capaz de dizer-te
nem foram capazes de dizer-me,
as que calei por serem muito cedo,
e as que calei por serem muito tarde,
e agora, sem tempo, me ardem;
as que troquei por outras (como poderei
esquecê-las desprendendo-se longamente de mim?);
as que perdi, verbos e
substantivos de que
por um momento foi feito o mundo
e se foram levando o mundo.
E tambén aquelas que ficaram,
por cansaço, por inércia, por acaso,
e com quem agora, como velhos amantes sem
desejo, desfio memórias,
as minhas últimas palavras." **

(Todas as palavras)

¿En cuántos estratos diferentes actúa un poema sobre nosotros, en cuántos planos a la vez? ¿De cuáles somos conscientes (y de cuáles no)?

Deleuze habla de Foucault con precisión, admiración y cariño. No hay nada fácil en estos dos gigantes. Después de unos párrafos tensos y complejos sobre los enunciados en la arqueología del saber foucaultiana, dice esto: "Ciencia y poesía, las dos son saber." ***

Sí, es solo una fórmula sencilla, conclusión y a la vez inicio de un camino, o cruce, pero suficiente para recordarme/indicarme que por esos caminos me había llevado el poema de Pina. Las palabras, la poesía, la vida (y todas las formas de verdad que entrañan****).


* Quevedo, Francisco de. Poesía original completa. Barcelona: Planeta, 2004, p. 656.

** Os cem melhores poemas portugueses dos últimos cem anos. Selecção e organização de José Mário Silva. Lisboa: Penguin Random House, 2017.

*** Deleuze G. Foucault. Barcelona: Paidós, 1986, p. 47.

**** Queda aquí seleccionado el más unamuniano de los sinónimos posibles.



sábado, 28 de septiembre de 2024

383. Ama

 A veces solo hay que asentir, nada más; cuando se cruzan en nuestro camino las palabras adecuadas, basta con un gesto leve de la cabeza y, si acaso, una media sonrisa, contenida. Como cuando escuchamos a un conferenciante que nos interesa.

ama et fac quod vis (Agustín de Hipona)

Eso.



viernes, 27 de septiembre de 2024

382. Abstinencia

Tantas vueltas como le doy, como le he dado, a lo que significa hacer filosofía, como algo diferente (¿complementario?) de hacer ciencia, y basta con no poder dedicarle tiempo suficiente durante unas semanas, para hacerme una idea de lo que es... por abstinencia.

Si la filosofía es eso que deberíamos hacer cuando no trabajamos (Vattimo), justamente lo que echamos de menos cuando trabajamos demasiado (en ciencia, precisamente), eso es la filosofía.



domingo, 15 de septiembre de 2024

381. La memoria y la culpa

 Leo ahora, en estas últimas semanas, sobre Foucault y su aproximación a la memoria (y a lo que él llamó contra-memoria), preparando así, todavía desordenadamente, una próxima intervención (exótica para mí) en un congreso de homenaje al filósofo francés. No tengo una familiaridad con Foucault como la que tengo con otros filósofos contemporáneos (no sé, familiaridad, afinidad, proximidad), pero me deslumbra su estilo de escritura (y, por lo tanto, de pensamiento), y sé que, a pesar de la mirada fría y descarnada (el análisis, la crítica, del poder), hay un lugar importante en su filosofía para el cuerpo, la calidez, el placer, el dolor y la compasión. Y también (o por todo ello, precisamente), para la rabia. 

Uno de los caminos que vengo explorando (también por otros, diversos, motivos que arrastro conmigo) es el lugar y la función de la imagen técnica, tecnológica (la fotografía, el cine y derivados) en la memoria personal y colectiva (densamente entrelazadas a través de esos medios técnicos).

Venía así, leyendo a Susan Sontag, sus reflexiones, muy oportunas, sobre las imágenes que nos vienen transmitiendo el sufrimiento humano durante las últimas décadas, sin dejar de pensar en Gaza, naturalmente, este último episodio insoportable de la crueldad extrema transmitido cada día, cada hora, cada muerto. Y encuentro esto:

"La pregunta es: ¿a quién queremos culpar? Con más exactitud, ¿a quién creemos que tenemos derecho a culpar? Los niños de Hiroshima y Nagasaki no fueron menos inocentes que los destruidos hombres (y algunas mujeres) jóvenes afroamericanos colgados de los árboles de un Estados Unidos pueblerino. Más de cien mil civiles, tres cuartas partes mujeres, fueron masacrados durante los ataques con bombas incendiarias de las fuerzas aéreas en Dresde la noche del 13 de febrero de 1945; setenta y dos mil civiles fueron incinerados en unos segundos con la bomba estadounidense lanzada sobre Hisroshima. La lista podría ser mucho más larga. Reitero, ¿a quién queremos culpar? ¿Qué atrocidades del pasado irremediable nos parece que estamos obligados a revisar?" *

Y del pasado más inmediato, de ayer y de hoy. ¿A quién?, pregunta Sontag. Foucault, lúcido, habló de dispositivos de poder, de dominación, pero también hay responsabilidades, culpas, muchas, personales (cínicamente ocultas, la mayoría de las veces) y colectivas (cínicamente inconscientes, podríamos decir).

Creo que una de las virtudes de la tradición política, ideológica, en que me sitúo, estriba en no olvidar quiénes fueron y son los responsables, los culpables, de las maldades del mundo, en el pasado y en la actualidad, y en querer comprender por qué se cometieron. Y quiénes fueron las víctimas y por qué. Justicia hermenéutica, escribía aquí hace algún tiempo, recordando a Benjamin y a Vattimo (§220)


* Sontag S. Ante el dolor de los demás. Traducción de Aurelio Major. Barcelona: Penguin Random House, 2023, p. 81.




sábado, 7 de septiembre de 2024

380. Padres e hijos

Cena con hijos (con Mu, Pi y Alfa), ya adultos e independientes, siempre admirables (como quería mi cita favorita, quizás imaginaria, de Hesse [§353]). Sus vidas, entrelazadas (a veces más, y a veces ya menos) con las nuestras. Sus esperanzas y alegrías, como sus penas y preocupaciones (Sorgen), siempre también las nuestras. Calidez común del reencuentro, recordada, renovada. Comprensiones y algunas incomprensiones, sutiles, generacionales, necesarias. Momentos de vida rotunda y plena que merecerían unos versos de Jorge Guillén.

(Sí, ahí en el fondo suena, resuena, Father and son, de Cat Stevens, que (mal) recordábamos hace poco durante una cena especialmente agradable, entre copas (de vino), y también la novela de Turguéniev, y esos versos doloridos, catárticos, de Claudio Rodríguez y Eugénio de Andrade, que dejé aquí hace tiempo en suspenso.)